Contaba
Gustavo Romera, un moratallero amigo con el que compartí piso de estudiantes en
Murcia, que, para ayudarse en el pago de sus estudios, un verano había ido a Francia, a
trabajar en la vendimia, algo, por lo visto, muy normal, muy arraigado en su
pueblo.
Referente a esto de
la vendimia francesa, leo [Carmen Bell Adell: «Demografía», en Historia de la Región Murciana, vol. ix, La Época Actual (1909-1975)] que «El
caso de Moratalla es quizá el más significativo: año tras año, en el mes de
septiembre, el pueblo queda casi vacío; familias enteras se trasladan al vecino
país para suplir en parte el elevado número de horas en paro al que se ven
sometidos gran número de sus habitantes». Un poco más adelante dice —aunque ahora
no se refiere a las gentes de Moratalla, sino a los murcianos en general— que «Los
estudiantes suman el 2,6 %», un porcentaje que en Moratalla, por lo leído más
arriba, sería mayor.
Decía
Gustavo que al llegar, de madrugada, a la población de destino, sus compañeros
de viaje le pidieron que, puesto que él chapurreaba el francés porque lo estaba
estudiando en la universidad —Románicas—, bajara del coche, se dirigiera a un
señor que a esas primeras horas de la mañana estaba, manguera en mano, regando
la calle, y le preguntara por dónde caía la dirección que buscaban. Y eso hizo el
joven: bajó del coche, se acercó al buen hombre y...
—Bon jour —dijo mi amigo con su mejor
francés académico.
—Bon yur —contestó el hombre de la
manguera, algo menos académicamente, mientras se giraba para ver quién le
estaba preguntando; y al ver a Gustavo añadió, muy sorprendido, al tiempo que
se le iluminaba el rostro de alegría— ¡Coño!, ¡¿tú eres nieto del tío José Romera?!
—Sí
—contestó el joven, un poco aturdido por la sorpresa, pues en efecto era nieto
del tío José Romera, así que repitió —sí, soy su nieto.
—¡Pero,
hombre!, si yo soy fulano, de
allí, de Moratalla —añadió el de la manguera—, tú no me conoces pero yo fui muy
amigo de tu abuelo, ¡si yo te contara!
Y
le contó, ¡vaya si le contó!
La gloriosa emigración vendimiadora de todos los tiempos, casi pasados porque se sigue produciendo, ha sido siempre el escaparate para que los grupos de extranjeros formasen compactas formaciones de trabajadores que eran una delicia de eficacia para los patrones franceses. Encontrar a un español en la zona de Borgoña o Burdeos en la vendimia ha sido la anécdota permanente de esta etapa de nuestra historia de trabajadores conocedores de lo que es ganarse unos francos para pasar el curso académico posterior. Un recuerdo a tu amigo y un abrazo para ti, Pepe.
ResponderEliminarHe leído que no es que los franceses pagaran mucho, es que se echaban muchas horas concentradas en unos días y eso sumaba; además, aquí estaba en paro mucha de esa gente.
EliminarHace muchos años que no veo a Gustavo. Tengo que pensar seriamente en ir a hacerle una visita a Moratalla.
Gracias, Antonio.