Vivo en un tercer piso y no suelo
utilizar el ascensor para bajar a la calle: lo hago por la escalera; pero
subir…, eso es otra cosa: se me atraganta, sobre todo, el último tramo, y el
corazón, mi defectuoso corazón, amenaza con salírseme por la boca.
No me gusta, pero, para mejorar mi
salud, salgo a andar casi diariamente. La verdad es que me cuesta mucho vencer
la pereza y aprovecho cualquier excusa para quedarme en casa, que es lo que en
realidad me apetece, lo que de verdad me gusta: la tranquilidad del sillón, el
ordenador, la prensa, los libros, la música, el cine en la tele… o, sencillamente,
perder el tiempo...: eso es lo mío. Lo malo es que esa actitud sillonera
dominante en mi vida hasta hace no mucho (sillonbol
la llamó en su día el cardiólogo que me trataba) es poco sana y me ha traído malas consecuencias, unos
lodos que ahora no es momento de tratar aquí.
¿Y entonces... de salir, nada?,
preguntarían algunos de ustedes si tuvieran la ocasión. Bueno… sí... para tomar
unas cañas, un café, un helado, charlar un rato…
La verdad es que me apunto a lo que
dice Iñaki Uriarte (Diarios 1999-2003,
Pepitas de Calabaza, 2011):
No sé hacer ejercicio. Tan simple como
eso. Pasea, pasea, pero ¿cómo se pasea? Me aburro. No le veo sentido. Hay gente
a la que le dirías: hay que leer una hora al día, y le sería imposible. Lo
mismo me pasa a mí con el ejercicio.
Pero resulta, ¡vaya!, que el ejercicio
es bueno para la salud (a este paso terminarán los cementerios llenos de gente
saludable, dice Woody Allen en una de sus películas cuando el personaje que
interpreta va paseando por el parque y se encuentra con gente corriendo en
dirección contraria): andar fortalece el corazón, quema calorías, baja la
tensión y el colesterol, disminuye el estrés y qué sé yo cuántas cosas buenas
más dicen que propicia.
¿Y…? Pues eso, que, a esta edad mía, una
vez jubilado…, si no llevas cuidado, como tienes menos actividad obligatoria…,
pues… más sedentarismo, y la salud puede caer en picado. Tampoco se trata de ir
a un gimnasio, ni me va por ahora la utilización de aparatos para hacer ejercicio
en casa.
Entonces… ¿qué me queda?: andar,
pasear…: moverme, aunque sea saliendo a comprar el pan o alguna otra falta de
la casa. Se trata de aprovechar, para realizar ejercicio físico, cualquier cosa
que tenga que hacer. Y de ahí a andar un poco más seriamente, todos los días,
hay un paso. Y en ello estamos; así que, aunque resulte difícil de creer para
quienes me han conocido en tiempos pasados, salgo, como he dicho, casi
diariamente y ando durante una hora u hora y media; incluso, a veces, créanlo,
dos horas. No quiero acabar desplazándome, como dice Bukowski, usando el culo o
rodando.
[…] ¿Quién inventó las escaleras
mecánicas? Escalones que se mueven. Y luego hablamos de locuras. La gente sube
y baja por escaleras mecánicas, en ascensores, conduce coches, tiene garajes
con puertas que se abren tocando un botón. Luego van al gimnasio a quitarse la
grasa. Dentro de 4000 años no tendremos piernas, nos menearemos hacia delante
usando el culo, o quizá simplemente rodemos como rastrojos que lleva el viento.
Cada especie se destruye a sí misma. (Charles
Bukowski (2000): El capitán salió a
comer y los marineros tomaron el barco, Barcelona, Anagrama, pág. 36).
A propósito de lo que aquí escribes, y también desde Moratalla, esta otra perspectiva:
ResponderEliminarhttp://retalesdemialforja.blogspot.com.es/2014/10/la-espera.html
Salud!
Gracias, Pedro:
ResponderEliminarComo siempre, muy bien. Me ha gustado mucho «La espera». Y quiero resaltar esa imagen del pueblo vacío tras la salida de los vendimiadores: «Aquí solo quedaban los más viejos y los más niños, y también alguna familia extraviada que este año no encontró patrón o que regentaba su pequeño negocio, de modo que las callejuelas se convertían en espacios fantasmales donde al caer la tarde apenas se escuchaban esporádicos pasos misteriosos, intrigantes voces que susurran, el aporreo persistente de una puerta; o el ladrido nocturno de los perros».
Un Saludo
Pepe, "estamos en las mismas". ¡Qué esfuerzo! No por lo pesado sino por lo que supone plantearse que tienes que ir dando tumbos de un lado para otro. Como tú, me esfuerzo y no poco, caminando. Te aconsejo que hagas lo que siempre me planteo y repito: hacer dos cosas al mismo tiempo, como las mujeres. Pienso, Pepe, pienso y miro viendo. No hay día en el que las piernas cumplen su cometido y el cerebro también. Relatos, maquinaciones que traduciré en proyecto, discusión o crítica. A la vez mirar, con mirada escrutadora a tu alrededor, complace pensamientos y relaciona hechos. Después, en el confortable sillón, los recuerdos de lo destacado del paseo pueden transformarse en cualquier cosa que la imaginación genere. ¡Vamos al levantamiento de piernas que sólo pesan ya cien kilos. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por el consejo, Antonio. Mientras hago ejercicio, suelo hacer lo que me aconsejas: mirar, escuchar, reflexionar... para después...
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