Igual que antes había hecho
para su hijo Wilhelm Friedemann, Bach preparó para su segunda esposa, parece
que a petición de ella, un cuaderno de música (dos libros realmente, en fechas
distintas: 1722 y 1725) que, según unos, fue concebido como libro de enseñanza,
y, para otros, más bien como una colección de declaraciones de amor.
Convengamos nosotros, pues nos parece lógico, en mezclar ambos criterios.
Esto del cuaderno pedagógico
no es algo excepcional por entonces, pues en el Barroco se generaliza el uso de
estas obras de música con claros fines didácticos; generalmente se trata de
piezas, incluso verdaderas colecciones, de diversa calidad, destinadas al
aprendizaje, muchas veces, de los propios alumnos. Y una de estas colecciones,
de un atractivo especial, es esta que preparó Johann Sebastian Bach, ya en el
Barroco tardío, como muestra de amor y para que aprendiera a tocar el clave su
joven segunda mujer, que fue, hay que
decirlo, una gran colaboradora suya: compañera, pareja profesional (por lo
menos al principio solía actuar con su esposo; después hay pocos testimonios),
ayudante (copista de muchas de las obras del genio y, quizás, crítica,
aportando sus opiniones) y, sobre todo, madre, tanto de los hijos del anterior
matrimonio como de los trece que ella tuvo, de los que seis superaron la
primera infancia.
Fue la propia Anna Magdalena
quien puso nombre al regalo que le hizo su marido: Clavier-Bücklein vor Anna Magdalena Bachin, Anno 1722, que nosotros
conocemos como Pequeño libro de Anna
Magdalena Bach, y, quizás más, como Cuaderno
de Anna Magdalena Bach.
Y de
él he elegido dos breves minuetos
para clave, sencillos y atractivos; tanto lo son que resultan muy del gusto de
principiantes, aficionados y, sobre todo, de profesores, por lo cual se han
hecho muy populares y son de uso continuo en el campo de la enseñanza.
Los dos minuetos elegidos son
los BWV Anh 114 y 115 (de dudosa
autoría bachiana, ¡qué le vamos a hacer!, en mi mente suenan a Bach), ambos de
una extensión de treinta y seis compases, con dos partes que se repiten, de
dieciocho compases cada una, con escasas indicaciones de tempo y con algún crescendo
o diminuendo. La sencillez pedagógica
es la norma, y, quizás, la causa por la que se han divulgado tanto y son tan utilizados
todavía hoy en la enseñanza del teclado.
En ambos minuetos la mano
derecha interpreta una melodía que ha llegado a ser famosísima, mientras la
izquierda realiza un acompañamiento muy sencillo. El primer minueto, en Sol
Mayor, quizás sea el más conocido, y su encantadora melodía ha llegado a todas
las aulas de música, incluso a las que no son de tecla (yo la he utilizado
frecuentemente con la flauta). Y algo parecido sucede con el segundo, en Sol
menor, que en realidad constituye el Trio
del anterior —una segunda parte—, por lo que debe interpretarse, sin
interrupción, tras él, y, al terminar, volver a realizar el primer minueto,
ahora sin las repeticiones.
Escuchemos la versión que de estos
minuetos, fundidos en una única obra como hemos indicado, hace un intérprete
genial del clave, el historicista Gustav Leonhardt, precursor —uno de los padres— de la revolución que supuso la interpretación de la música antigua con criterios de la época de creación,
y que hace ya tiempo sentó unas sólidas bases para la interpretación de las
obras de Bach para teclado.
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