Por
la mañana suelo salir a andar y a veces paso por lugares en que hay
trabajadores de la tierra ocupados en sus labores, que frecuentemente consisten
en la recolección de productos de la zona: limones, naranjas, lechugas, coles…,
según la temporada. En algún caso he oído, y visto, que de algún vehículo no
muy lejano a ellos sale música que ameniza la faena, algo que me recuerda que
antiguamente eran los propios cantos de los trabajadores los que cumplían tal
función. El tipo de música, desde luego, también ha cambiado, de los cantos de
las distintas faenas en épocas lejanas (cantos de trilla, de siembra, de
recolección…; fandangos, coplas huertanas…), hasta los temas de moda en la
actualidad.
Recuerdo
de cuando era niño algunos trabajos de la huerta que, unos más que otros,
siempre me parecieron duros: segar hierba, mondar, regar, cavar huerto,
arrancar patatas... Entre las escenas que pasan por mi mente, una de las más
típicas —no faltaba nunca— y que a mí más me gustaba, se llamaba «echar un
vale», y no era otra cosa que hacer un descanso en el trabajo y aprovecharlo
para fumar un cigarro y beber un buen trago de agua o, mejor, algo más que
frecuente, de vino, y ello para calmar la sed y amenizar o suavizar las
durísimas tareas del trabajador huertano. Digo que mejor vino porque era
costumbre que el propietario o encargado de la tierra aportara una garrafa para
estos menesteres, garrafa con vino que esperaba, igual que el botijo y/o
garrafa de agua, guardada y protegida a la sombra, la llegada de la hora de
echar el vale.
vale.
m. Descanso concedido al jornalero rural durante la jornada. (Justo García
Soriano (1980): Vocabulario del dialecto murciano,
Murcia, Editora Regional, pág. 130).
Flugencio Cerriche, personaje de Diego Ruiz
Marín, nos lo describe así:
Como las «pionás» de trabajo se contrataban a
«tantos reales y vino», a media mañana solía echarse un «vale» para fumarse el
«amarrao» o la «pava», mientras hacían una «roá» de vino tinto bebido «a
gallete» directamente de la garrafa, a la que ponían un canuto de caña con
corte oblicuo a tal fin. (Antonio
Martínez Cerezo (1985): Murcia de la A a la Z, Santander, Ed.
Tantín, pág. 341).
Ha pasado
mucho tiempo, pero permanece en mi cabeza la admiración que sentía por la
dureza de esos hombres de manos encallecidas que trabajaban en las labores de
la huerta, y recuerdo estar atento a sus conversaciones y sus bromas. El niño
que era yo entonces miraba y escuchaba con atención, cuando llegaba la hora del
descanso, del vale, cómo se ponían a la sombra, se quitaban los sombreros o
gorras —en ambos casos, muy sudados—, liaban el cigarro apretando bien el
tabaco con manos toscas pero diestras en la tarea, pasaban la lengua por el
borde del papel para pegarlo sin que el cigarro perdiera la consistencia,
arreglaban las puntas para que no se saliese el tabaco, se lo ponían entre los
labios, lo encendían y... entonces, echaban el primer trago.
En la
actualidad, igual que las canciones que acompañan el trabajo no son las mismas
que antaño, las neveras portátiles, con comida y bebida en su interior
—ensaladas, tortillas, cerveza, refrescos…— han sustituido a la bolsa de tela,
a la capaza y a la garrafa de vino, a la hora de echar el vale.
Hola Pepe, muy bonito artículo, pero, aún me queda la duda del origen del significado del dicho "echar un vale" yo tengo la teoría de que en un inicio se le daba un vale un boleto un papel al jornalero para que lo canjearse por ese descanso, pero no sé si tendré razón o será otro origen. Gracias de antemano.
ResponderEliminarNo sé cuál es el origen de «echar un vale». Lo siento.
EliminarGracias.