Tenía preparado un artículo
que trataba de resumir y calificar el año que acaba, pero me ha
salido un poco bastante escabroso, ¡cómo no! (ya saben:
desigualdad, pobreza, corrupción, impunidad, Trump, Brexit, auge
ultraderechista, terrorismo, bombardeos, refugiados...) y, como no
quiero amargarles estos días de fiesta que quedan, he cambiado de
opinión: les voy a felicitar el año nuevo con un chiste.
Una
obra filosófica seria debería estar compuesta enteramente de
chistes (Wittgenstein)
Mi hijo
Antonio, que sabe muy bien qué —atención a la tilde— me gusta
leer, hace poco me regaló Mis
chistes, mi filosofía
(Anagrama, 2015), un libro de Slavoj
Žižek, pensador a quien hemos
visto ambos en televisión —visto y, sobre todo, escuchado—, un
filósofo que engancha, que atrae como un imán; porque es divertido,
con una comprometida, provocativa y subversiva actitud reflexiva,
también irónica, humorística.
Aunque,
no sé si por ese humor, Fernando
Savater
lo ha calificado de payaso, la verdad es que Slavoj
Žižek —leo en la contraportada del libro— estudió filosofía
en la Universidad de Liubliana, y psicoanálisis en la de París, y
es hoy uno de los ensayistas más prestigiosos y leídos, con más de
40 libros publicados: filosofía, cine, psicoanálisis... Es
filósofo, sociólogo, psicoanalista y teórico de la cultura.
Director internacional del Instituto Birkbeck para las Humanidades de
la Universidad de Londres. Investigador en el Instituto de Sociología
de la Universidad de Liubliana. Y profesor en la European Graduate
School.
Y, desde
luego, es un personaje polémico, tanto que, antes de las últimas
elecciones norteamericanas la montó gorda en la red asegurando que,
de poder votar lo haría por Donald Trump antes que por Hillary
Clinton. Matizó "Él me horroriza, pero creo que Hillary es el
verdadero peligro". Parece que Žižek
entiende que cuanto más se extremen las
contradicciones, mejor para la destrucción que permita fructificar
lo auténtico: la utopía que está al final del trayecto, una
sociedad perfecta tras el caos.
Bueno...
a lo que vamos: Žižek te coloca un chiste cuando menos lo esperas,
de forma que en su obra hay muchos. El libro que me ha regalado mi
hijo recopila 107 de ellos, algunos muy buenos. Aquí va un ejemplo
(pág. 107, ¡qué casualidad!):
ES UN VIEJO CHISTE de la difunta República Democrática Alemana, un obrero alemán consigue un
trabajo en Siberia; sabiendo que todo su correo será leído por los censores,
les dice a sus amigos: «Acordemos un código en clave: si os llega una carta mía
escrita en tinta azul normal, lo que cuenta es cierto; si está escrita en rojo,
es falso.» Al cabo de un mes, a sus amigos les llega la primera carta, escrita
con tinta azul: «Aquí todo es maravilloso: las tiendas están llenas, la comida
es abundante, los apartamentos son grandes y con buena calefacción, en los
cines pasan películas de Occidente y hay muchas chicas guapas dispuestas a
tener un romance. Lo único que no se puede conseguir es
tinta roja.»
Y tras el jijí jajá les dejo una reflexión: ¿Tenemos
nosotros, en nuestra sociedad, tinta roja? ¿la utilizamos? ¿con conocimiento?
¿libremente? ¿con miedo?...
¡FELIZ AÑO NUEVO!
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