Tenías que ser muy pequeño para que te lo preguntaran, pero, a
veces, por “picarte”, lo hacían incluso viéndote ya crecidito:
—¿Tú todavía vas a la escuela de los cagones?
A lo que, molesto, te apresurabas a contestar y dejar bien claro que
no.
—No, yo ya soy grande.
Y daba rabia; daba rabia porque los cagones eran los más pequeños,
además de que la palabra cagón tiene unas connotaciones que no creo
sea necesario resaltar. La pregunta implicaba, según tú entendías,
que te estaban tomando por un pequeñajo que todavía no controlaba
sus esfínteres.
Los lugares llamados escuelas de los cagones eran los equivalentes de
entonces a las guarderías de ahora, a las escuelas infantiles. Nos
lo confirma Diego Ruiz Marín en
su Vocabulario de las hablas
murcianas, Diego Marín, 2007.
Cagón.
adj. Niño pequeño. El que va a la escuela de los cagones párvulos.
Escuela
de los cagones.
f. Parvulario. Guardería infantil.
En Santomera era famosa en mi más remota
infancia la “escuela” de la Tia
Pereta (unos dicen tia y otros tía),
una ¿escuela? a la que tenías que llevar, creo recordar, tu propia
silla, que, aunque pequeñita, te la tenía que transportar una
persona mayor, tú no podías.
¿Y qué hacíamos en la escuela de la Tia
Pereta?… ¡Son tan vagos los recuerdos…!: casa vieja, suelo de tierra, niños,
mocos, llantos, rezos, elementales recitados corales…; realmente no
me acuerdo de nada con claridad.
¡Cuántas veces me habrán preguntado, de
pequeño, si iba a la escuela de los cagones, a la escuela de la Tia
Pereta!
¡Y no me daba gusto!
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