Preludio
Whatsapp (recortado) de Mariano Durán:
Como ven —si entienden el whatsapperiano—, me pide un buen
amigo que escriba una entrada, de esas que hago “tan maravillosas”
—gracias, Mariano—, sobre Si dolce è’l tormento,
una canción de Claudio Monteverdi que, como él dice —mi
amigo, no Monteverdi— es “un ejemplo divino de esa conjunción
que pretendían los fiorentinos de fundir música y poesía”.
Mariano, de una sensibilidad —literatura, cine, música...— fuera
de lo común, es profesor de música además de melómano —no crean
que siempre van de la mano ambas facetas— y sabe bien lo que dice.
A él va dedicado, pues, este artículo, que trata de aclarar lo
mucho que quiere expresar mi amigo con tan pocas palabras.
Nota:
Pido perdón, sobre todo a los menos interesados en el mundo musical,
pues escribiendo y escribiendo he alargado, quizás excesivamente, el
artículo. Para hacerlo más digestivo lo distribuiré en unas
cuantas entradas sucesivas, y para abreviar el mal trago a algunos,
acortaré las fechas entre ellas.
***
Cambio de estilo
Se suele señalar la fecha de 1600 —año del estreno
de L’Euridice, de Jacopo Peri, la
primera ópera que conservamos íntegra— como la del comienzo del
barroco musical, igual que se utiliza la de 1750 —año de la
muerte de Johann Sebastian Bach— como la del final de
este mismo período. Pero todos sabemos que quien se acostó la noche
del 31 de diciembre de 1599 no lo hizo en la época renacentista y se
levantó al día siguiente, uno de enero de 1600, en la barroca;
estas fechas —mojones de delimitación vagos e imprecisos— se
utilizan simplemente como aproximaciones al comienzo y al final de
una época en que compositores y oyentes aceptaron y compartieron
ciertos ideales y convenciones.
Nunca
podemos saber realmente por qué un estilo más o menos universal es
sustituido por otro. Examinar los comienzos de la música barroca a
fines del siglo XVI
y decir que cuando un estilo muere por agotamiento otro ocupa su
lugar sería una forma peligrosamente simplista de considerar la
situación. El estilo polifónico ya establecido se mantuvo
paralelamente a la nueva música, y Monteverdi, el mayor maestro de
los comienzos del barroco, escribió igualmente bien en el viejo
estilo, al que llamaba la prima prattica. El cambio no provino del agotamiento de la polifonía, sino de un
verdadero cambio en la sensibilidad europea; sus causas están entre
los imponderables de la historia, que sólo podemos conocer por sus
resultados. Henry
Raynor (1986):
Una historia
social de la música,
Madrid, Siglo XXI, pág. 203.
Los músicos de finales del siglo XVI se encuentran con un problema
importante: la exigencia de hallar un sistema más sencillo y
racional que el polifónico para adaptar las palabras a la música,
problema que ya se había manifestado en Gioseffo Zarlino
(1517-1590), compositor y teórico a quien el sistema en vigor —la
polifonía, el contrapunto— había impedido hallar una solución
satisfactoria. Así pues, el problema surgido de la crisis del mundo
musical polifónico tiene que ver con la relación entre palabra y
música, entre el lenguaje de los sentimientos y el de los sonidos.
Resulta curioso para los estudiosos cómo ya en los comienzos del
Cinquecento el escritor italiano Baltasar Castiglione
(El cortesano, 1528), aunque no muy conscientemente, se
adelanta y traza con palabras sencillas —no es músico— el futuro
“recitar cantando”, uno de los ideales de la Camerata
de los Bardi, grupo que después trataremos. Para
Castiglione, cantar acompañándose con el propio instrumento —laúd,
viola...— figuraba entre las habilidades que debía poseer el noble
renacentista, subrayando el carácter de noble sencillez de dicho “canto”, que conviene al buen cortesano más
que la polifonía.
“[...] sobre todo me parece
muy grato cantar con viola cuando se recita, porque aporta tanta
hermosura y eficacia a las palabras, que deviene una gran maravilla”
Ya en la segunda mitad del siglo XVI son numerosos los músicos y
teóricos que piden una vuelta a la sencillez de los antiguos griegos
como antídoto frente a la degeneración de los modernos; consideran
ese retorno a la antigüedad el remedio contra tanto artificio
contrapuntístico y afirman la supremacía de la palabra frente a la
música, contribuyendo así a la nueva concepción que termina
imponiéndose, la de la monodia (monodia acompañada), a la
que después dotaron de una teoría más desarrollada los integrantes
de la Camerata.
Monodia
[…] una melodía en estilo recitativo para una sola voz,
respaldada por un acompañamiento continuo bastante simple. La línea
vocal refleja el dramatismo y la expresividad del texto, siguiendo
frecuentemente el ritmo natural de la pronunciación de las palabras.
[…] Roy Bennett
(2003): Léxico
de la música,
Akal, pág. 189.
Continuará.
Muchas gracias por la dedicatoria, Pepe. La entrada sobre esa maravillosa composición de Monteverdi, "divina" en lo ameno y en lo didáctico, como siempre. No voy a importunar a nadie con tu homenaje a "mi sensibilidad", que me abochorna un poco y que te agradezco mucho, pero sí llamar la atención de que la sensibilidad (y sé que es un tema espinoso entre nosotros) haberla hayla en todos y cada uno de nosotros y que la dificultad se haya es sacarla a flote: y en eso empeñamos nuestro trabajo docente. Por eso quiero convertir este comentario en un homenaje sincero a tu labor didáctica, de antes y de ahora, que nos ayuda, a mí siempre, a facilitar el afloramiento de esa sensibilidad artística a todo el que te conoce y al que tuvo la fortuna de recibir tus clases en el Colegio y en la Academia. Un abrazo muy fuerte. Mariano.
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