El título va presidido por el artículo “la” porque para mí es
así: “la gavota de Praetorius”, como si no hubiera otra
gavota en toda la obra del autor. He utilizado mucho esta pieza en
mis clases —como instrumentación y como audición—, tanto… que
ha llegado a ser, eso, la gavota de Praetorius.
Michael Praetorius (1571/1573-1621) fue uno de los
compositores alemanes luteranos que, después de 1600, adoptaron las
innovaciones musicales italianas, y lo hizo estudiando, copiando e
incluso parodiando a los autores italianos; fue muy importante en él
la influencia de Giovanni Gabrielli, destacado compositor de
la Escuela veneciana (San Marcos) que desempeñó
un papel muy importante en el desarrollo del estilo del Barroco
temprano.
Michael Praetorius
Además de organista, Praetorius fue maestro de capilla
e importante y prolífico compositor, con más de 1200 obras vocales
en su poco dilatada vida; pero es famoso especialmente por ser el
autor de Sintagma Musicum, un valiosísimo tratado, en
3 volúmenes, que resume los conocimientos musicales de su época, en
el que se esfuerza por detallar enciclopédicamente, como nadie entre
sus contemporáneos, los conocimientos teóricos, la práctica
musical y los instrumentos utilizados entonces.
Ilustración de Sintagma
Musicum.
Había muchas flautas de pico
entonces.
Su obra Terpsícore, de donde sacamos la audición de
hoy, es una colección de más de 300 danzas y melodías,
provenientes de distintos autores, que él, en la mayoría de los
casos, se limitó a arreglar, por ejemplo,
añadiendo las voces bajas y medias.
La
gavota (gavotte, gavotta) es una danza de origen popular, de
campesinos, con besos y travesuras pícaras, la favorita de los
gavots —de
ahí su nombre—, los nativos de Gap,
una localidad de los Altos
Alpes, en el sudeste
de Francia.
Danza
nupcial al aire libre,
de
Pieter
Brueghel el Viejo
(MDLXVI)
Fue
introducida en la corte francesa a fines del siglo XVI, en donde
comenzó a “desvitalizarse”, a refinarse, hasta nuestros días
(En los salones de Luis
XIV se puso de moda.
Jean-Baptiste Lully
compuso muchas): evolucionó, se hizo más majestuosa y moderada en
sus movimientos y los besos fueron poco a poco sustituidos por ramos
de flores y guirnaldas.
En
las suites, la gavota suele ir entre la zarabanda
y la giga,
como quinto o sexto miembro de la serie. Su carácter es señorial, y
son característicos su compás de dos tiempos y su comienzo
anacrúsico, sobre el segundo de ellos. ¿Y el tempo, la velocidad?
No hay un criterio común: Rameau
y D’Alembert indican
que, lentas o rápidas, las gavotas no deben ser extremadas en
ninguno de los dos sentidos, y así parece que se escribieron en el
siglo XVIII; Freillon
Poncein dice que debe
ser muy lenta, mientras que Quantz
la compara al rigodón
—a menudo más moderada, dice— y señala para este 160
pulsaciones por minuto.
Entre
los nombres de grandes maestros antiguos que compusieron bellas
gavotas están los de Bach,
Telemann,
Graupner,
Rameau
y Händel;
y entre los modernos, Prokofiev
y Schönberg.
Cuando
escuchemos la gavota de Praetorius, en la versión que ofrece Abonico
(Collegium Terpsichore,
director Fritz
Neumeyer, 1960),
pensemos en las palabras de Johann
Mattheson
(1681-1764), que advierte a los compositores y directores:
“Su
emoción es exactamente la de una real alegría alborozada […] Una
propiedad legítima de estas gavotas es su carácter de salto, de
ningún modo la carrera […] Me parece ver a esta gente de la
montaña saltando por las colinas con sus gavotas.”
Y,
ya puestos, fijémonos —ahora barro para mi terreno— en el solo
de flauta dulce,
que, con una sopranino
—un diminuto instrumento de unos 25 centímetros de longitud—,
interpreta Hans Martin
Linde, destacado
flautista en los años en que se hizo esta grabación.
Gracias por esto texto. Abraços desde Brasil.
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