Hace poco, el día dos de este mismo mes, utilicé para una entrada en Abonico, un fragmento de un artículo de Moncho Alpuente
publicado el 27 de febrero pasado. Era un fragmento de Menos
lobos, Villalobos
y se refería —cómo no, con este título— a la noticia estrella
de esos días: Celia
Villalobos había
sido pillada jugando
con su tableta
mientras ¿presidía? —hacía como que presidía— el Congreso
de los Diputados.
Diariamente, cuando leo la prensa en la tableta,
tengo la costumbre de autoenviarme por correo los artículos que más
me gustan; después los guardo tras darles el formato que prefiero. Y
esta misma mañana me he enviado el último publicado por Moncho
Alpuente, ayer mismo,
en Público.
Después he seguido con la prensa
y al poco —¿unos minutos, media hora…?— leo en otro periódico: Muere Moncho Alpuente.
¿¡Qué!? ¿¡Cómo!? Vuelvo a Público
y, desde luego, también aparece ahora la fatal noticia.
Para que puedan apreciar su fina y atractiva ironía, aquí tienen un
fragmento de La peineta griega,
su último artículo:
“[...]
los
helenos están dando muy mal ejemplo, con la que le
está
cayendo encima Tsipras acaba de descolgarse con una ley para paliar
la crisis social y esto es una provocación intolerable, proteger a
los parados, pagarles la luz a los insolventes y subir el salario
mínimo mientras los acreedores sufren tremendas penalidades pensando
que nunca van a cobrar lo que les deben porque los griegos
derrochadores e irresponsables se van a gastar lo que no es suyo en
los pobres ¿habrase visto tamaña ofensa? cada vez que un griego
subvencionado encienda el calefactor estará robando a un financiero
alemán que solo quiere lo que le pertenece más los intereses para
conservar e incrementar un patrimonio personal obtenido con el
esfuerzo ajeno, con el sudor de muchas frentes de burócratas y
contables a su servicio. [...]”
(La
peineta griega,
Moncho
Alpuente 20/03/2015,
Público, Cabeza
de ratón).
Y aquí les pongo el enlace donde pueden pinchar los interesados en
el artículo entero:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLa muerte, Pepe, es tan traidora que se jacta de llevarse a personas,de cualquier condición, en el momento más inoportuno. La siempre crítica voz de Alpuente, con proposiciones reales y no con panfletarios comentarios que resultan indignantes a la inteligencia, ha dejado de sonar por este motivo. Algo que sí es irreparable. Los minusvalorados sociales, quienes soportan la desvergüenza de unos pocos, estamos con pesar. No nos indignaremos porque nuestro fin es el mismo que el de Alpuente pero si le solicitaremos a la Parca que atenúe un poco el ritmo de su guadaña hasta que los enfermos de hepatitis C, de ébola, de paludismo y los aparentemente sanos, podamos desempeñar una función necesaria para nuestros familiares, amigos y fin social.
ResponderEliminarUn abrazo, Pepe.