Acude a mi memoria, supongo que porque ahora viene al caso, que, estando en activo en la docencia (continúo en la misma, pero actualmente solo ejerzo con mis nietas), escuché en distintas ocasiones a un conocido que, cachondeándose, trataba de minusvalorar y humillar a un grupo de maestros que trabajaban en un mismo centro educativo, diciéndoles —simulando desprecio— que estaban dirigidos por un inútil, y subrayando que ese inútil, el director de dicho centro, había sido elegido —como es habitual— por los componentes del claustro de profesores, o sea, entre otros, por ese grupo de maestros.
Véase lo que, al respecto, escribió, refiriéndose a su país —concretamente al mandamás del mismo y a su electorado—, el periodista y escritor argentino Martín Caparrós en «Boludeces argentinas», un artículo publicado en El País hace poco (24-10-2024):
Argentinos, ¿de verdad se volvieron tarados?
Solíamos creernos un pueblo inteligente, educado, capaz de entender y no dejarse engañar. Se diría que ya no lo somos.
Porque, si no, no hay forma de explicar que nos traguemos una tras otra, sin chistar, las boludeces de un fabulador serial de poca monta. Ya sabemos que insulta a troche y moche, que nos quiere dejar “el culo como un mandril”, que todos somos “ratas despreciables”, que un socialista es un “excremento humano”. Ya sabemos que eso crea un clima de violencia innecesario, brutal, que se agrega al clima de violencia creado por su insistencia en arruinarle la vida a millones de personas, cada vez más pobres, cada vez menos alimentadas. Pero, además, no para de decir estupideces, y nadie le contesta o se le ríe.
[…]
Humilla que te maneje un tonto. Una cosa es un malvado inteligente, uno que arma tremendos planes maquiavélicos para quedarse con todo; otra cosa es un malvado poderoso, uno que maneja tantos soldados, tantos bancos, que nadie le puede resistir. […] Pero la subsistencia de un malvado que no es inteligente ni poderoso sólo depende de la sumisión de sus súbditos. Es, por lo tanto, culpa de esos mismos súbditos: nuestra culpa.
Aunque no se trata exactamente del mismo caso, ya que el protagonista de este que refiero a continuación se podría encuadrar dentro de la clase de «malvado poderoso…», pensemos, por su actualidad, en Donald Trump, el reciente ganador de las últimas elecciones a la presidencia de uno de los países más poderosos, si no el que más, del planeta: los Estados Unidos de América.
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