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viernes, 29 de noviembre de 2024

Lucy

Leyendo ahora la prensa y haciendo cálculos, deduzco que entonces tenía veintitrés años, y compruebo que, a pesar del mucho tiempo transcurrido, me acuerdo, diría que casi con nitidez, de la imagen que aparecía en la foto que ilustraba el texto de un artículo de mi querida revista Triunfo, una ilustración en la que aparecían unos huesos: los restos encontrados —el 40 % del total de un esqueleto— de lo que se catalogaría como una hembra australopiteca (australopithecus afarensis), unos huesos que en la ilustración se veían bien organizados, colocado cada uno en su lugar correspondiente del cuerpo, como a la espera de completar el puzle tras futuros nuevos descubrimientos. 

Y escribo ahora sobre ello porque el día 24 de este mes de noviembre —el domingo pasado—, se cumplieron cincuenta años de su hallazgo, y la noticia, lógicamente, ha aparecido en diversos medios de comunicación (El País, La Voz de Galicia, National Geographic…), de los cuales, interesado, he ido tomando notas. Y es así como refresco mi memoria y, de paso, amplío mi información (de lo publicado hace medio siglo solo me acuerdo con claridad de la foto de los huesos, pero posteriormente he leído bastante sobre la materia y sobre este caso en particular) de que la noche del 24 de noviembre de 1974, la del día del gran descubrimiento arqueológico (en el yacimiento de Hadar, valle del río Awash, Etiopía), los componentes del equipo que lo había llevado a cabo (encabezados por Donald Johanson, Ives Coppens y Tim White), acompañados de unos colegas, estaban celebrando muy contentos el acontecimiento: cenando, escuchando música de los Beatles, bailando…; y, según contaron después, cuando sonó Lucy in the Sky With Diamonds, a alguien de los presentes se le ocurrió que podían poner el nombre de Lucy a la australopiteca a la que pertenecían los huesos recién hallados.

Y… así fue, y con ese nombre se denomina desde entonces a uno de los fósiles más famosos de la historia; mejor dicho, así se denomina a la hembra de australopithecus afarensis que «encarnó» hace tantísimo tiempo —alrededor de 2,3 millones de años— el esqueleto cuyos restos parciales fueron hallados hace cincuenta años, un paso importantísimo para la paleoantropología, ya que —Juan Luis Arsuaga dixit— el australopithecus afarensis se considera el «eslabón perdido» entre nuestros antecesores los simios y nosotros los humanos, un eslabón del que el paleoantropólogo español resalta el valor de los datos que nos ha proporcionado: como su pequeño cerebro, de entre trescientos ochenta y cuatrocientos cincuenta centímetros cúbicos, su altura, de metro veinte, su edad, de once o doce años, y su postura erguida y locomoción bípeda, con una pelvis similar a la nuestra. 

Una representación de Lucy

Incidiendo en la importancia del hallazgo, concretamente en lo del eslabón perdido, sumo, a lo opinado por Arsuaga, lo que dice su colega José María Bermúdez de Castro: que el descubrimiento de los huesos de la afarensis logró articular los hallazgos que se venían realizando en África desde la década de 1920: «Todo estaba poco conectado y no se sabía cómo unir al humano moderno con las distintas formas de homínidos similares a Lucy que se habían encontrado hasta el momento». 

 

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