Primeros años de la década de los ochenta. Verano. Acompañado de la troupe familiar, fui a Burgos para asistir a un curso de pedagogía musical, uno de orientación metodológica nacional, con pedagogos de nuestro país, algo poco frecuente entonces, pues las grandes metodologías musicales tienen raíces extrajeras.
El ir con la familia en la caravana cuando asistía a algún curso veraniego era algo que solía hacer en aquellos años, y así, viajando todos juntos, disfrutábamos de veraneo de tipo cultural y, simultáneamente en mi caso, de puesta al día en conocimientos de pedagogía musical.
Recuerdo el camping de Burgos, en las afueras de la ciudad —Fuentes Blancas—, como uno de los mejores, si no el mejor, de todos los que visité en ocho años de provechoso y feliz caravaneo: buena temperatura para dormir por la noche, buenas y limpias dependencias (se agradece mucho en los aseos) y, sobre todo, agua caliente gratis en las duchas (quiero resaltar lo del agua caliente gratis porque en la mayoría de los campings se solía cobrar aparte).
La agenda era parecida todos los días: por las mañanas, sesión de curso de pedagogía musical para quien esto escribe, mientras el resto de la familia disfrutaba de la vida al aire libre en el camping; por las tardes nos acercábamos todos a visitar aquellas partes de la ciudad y los lugares de alrededor que creíamos dignos de conocerse.
En una de esas visitas culturales compré una dulzaina de construcción artesana, hecha con la pata de una silla, un instrumento folclórico que ha durado en las baldas de mi estudio hasta que hace unos cuantos años me la encontré rota, no sé cómo. Y en otra visita, esta al Monasterio de Las Huelgas, compré una caja de dulces muy ricos hechos por las monjas del lugar, y un disco, un LP de vinilo que aún conservo y que voy a aprovechar ahora para este artículo; se trata de la grabación de una selección de obras del famoso Códice de Las Huelgas, un registro fonográfico que contó con la participación de las monjas de dicho monasterio como cantantes, realizado por Hispavox, el prestigioso sello que tanta y tan buena música antigua española editó.
Por cierto, a lo largo de todos estos ya muchos años transcurridos desde entonces, me he acordado más veces de los dulces que del LP, del que siempre he resaltado el valor sentimental de haberlo comprado allí, en el monasterio, pudiendo haberlo hecho en cualquier tienda de discos.
Continuará.
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