La revista The Economist (me imagino que poco sospechosa de izquierdismo) ha publicado recientemente el «Índice de Democracia 2020», una lista de los países del mundo ordenados por su calidad democrática (a criterio de la revista, claro) según una puntuación en diversos indicadores pertenecientes a las siguientes cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles). Se han tenido en cuenta especialmente en este año los efectos de la pandemia y la libertad en los distintos países. Como resultado, cada país se ha incluido en uno de los siguientes cuatro grupos: democracia plena, democracia defectuosa, régimen híbrido o régimen autoritario.
Según este índice, del total de 167 países, el número de democracias plenas es de 23, y el de las defectuosas, 52; de los países restantes, 57 son clasificados como regímenes autoritarios, y 35, como híbridos.
Ordenadas de mayor a menor nivel democrático, las 23 democracias plenas son: Noruega, Islandia y Suecia, Nueva Zelanda, Canadá, Finlandia, Dinamarca, Irlanda, Australia, Países Bajos, Taiwán, Suiza, Luxemburgo, Alemania, Uruguay, Reino Unido, Chile, Austria, Costa Rica, Isla Mauricio, Japón, España y Corea del Sur.
Como se ve, España está en este grupo, pero, ¡cuidado!, en el penúltimo puesto, el 22, solo por delante de Corea del Norte; así que nos escapamos por los pelos.
A la luz de estos datos, habría que plantearse ahora si Pablo Iglesias tiene razón —si no toda, parte… alguna— cuando dice que la democracia española es defectuosa, y, por lo tanto, mejorable.
Para muchos supondrá una sorpresa —y un consuelo: mal de muchos...— el que aparezcan en esta lista como democracias defectuosas nuestras vecinas Francia y Portugal, así como —y esto no debe suponer sorpresa alguna— Estados Unidos.
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