«Tú, aparte de la musiquita, ¿a qué te dedicas?», oigo decir en la radio que le preguntó el famoso revolucionario, y gran icono en mi juventud, Ernesto Che Guevara al mexicano José Alfredo Jiménez, cantante y compositor de música.
José Alfredo Jiménez fue el autor, entre otras muchas famosas, de la canción Pénjamo (♫Ya vamos llegando a Pénjamo♫), que popularizó Pedro Infante en los años de mi infancia y que tantas veces escuché tocada por mi hermano en aquel acordeón de botones que había en mi casa.
Es frecuente (y mucho: he tenido la ocasión de comprobarlo repetidas veces) la desconsideración del ignorante hacia quien estudia música; sí, el desconocimiento, y por ello menosprecio, por la dedicación seria y en exclusiva a una disciplina tan costosa como la que más cuando se la toma en serio.
Es una creencia bastante extendida el que las muy largas —y para muchos arduas— carreras musicales (canto, piano, violín, flauta, guitarra, percusión, composición, musicología, pedagogía musical, dirección de orquesta...), se obtienen sin esfuerzo, que los diferentes títulos los echan las higueras y, además, en muy poco tiempo. Y nada más lejos de la realidad.
PEPE, este mundo está repleto, vamos a rebosar, de personas, de la condición y pensamiento que sea, despectivos con una de las artes más exuisitas que ha podido inventar el hombre sapiens sapiens, que de sapiencia... poca, muy poca. ADELANTE SIEMPRE, PEPE.
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