Entonces no te fijabas en que
el nombre escrito era Burt Lancaster, y, además, aunque te lo
hubieran puesto delante de los ojos aumentado, gigantesco, no
hubieras sabido cómo se pronunciaba. Realmente te entraba por el
oído, tú oías a tu alrededor Burlan
Cáhteh, así, casi
como está escrito, y así lo pronunciabas, como todos los niños —y
mayores también—; nada de Bart
Láncaster, que eso
serían florituras de listillos, mal vistos entre los comunes.
Burt
Lancaster
Nuestra peculiar pronunciación
murciana de la supuesta palabra cáster
no articula claramente la «s», sino que abre la «a» que la
antecede, al tiempo que prepara ya la «t» que viene a continuación;
tampoco articula la «r», y, a cambio, también, abre la «e»
precedente. Al final, lo dicho, Caster
se transforma en Cáhteh
—o Cátteh—,
sobre todo en oídos de inmaduros e iletrados. Y así, Burlan
Cáhteh
(pronúnciense llanas las dos palabras), es como sonaba finalmente.
Y caste
—cahte
o catte:
observen la riqueza fonética de la zona— era, en el pueblo, para
los niños de aquellos tiempos, sinónimo de puñetazo.
caste.
m. Puñetazo. (Diego
Ruiz Marín,
Vocabulario
de las hablas murcianas,
Diego Marín, Murcia 2007).
De forma que lo que creíamos
el apellido cuadraba perfectamente con la imagen del personaje que
teníamos en nuestras tiernas cabecitas, resultando así que Burlan
Cahteh era en
nuestro subconsciente Burlan
Puñetazos, que
menudos los
propinaba el actor
en muchos de los papeles que interpretaba.
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