“¡Vaya!
—me digo, exagerando—, ¡por fin encuentro algo escrito sobre la vejez que me
toca positivamente las neuronas!”. Es Reválida, un artículo de Francisco Calvo Serraller en que
comenta algunos versos de un libro de la poeta estadounidense Louise Glück (Nueva York, 1943),
publicado en nuestra lengua con el título Vita
Nova (Pre-Textos). Se trata de versos que calan hondo:
Nota: la parte escrita en verso es de la poeta, Louise Glück, y
la que está en prosa, del autor del artículo, Francisco Calvo Serraller. La negrita es toda de Abonico.
“Me he convertido en una anciana.
He acogido con agrado la oscuridad
que tanto temía”
[…]
“Sólo se sabe después de muchos años.
Sólo después de una larga vida si uno está preparado
para entender la ecuación”
[…]
Y esa ecuación es la de saber que las pérdidas, según y cómo,
pueden trocarse en ganancias, como, por ejemplo, la de adquirir ese genio del
maestro, “en cuya mente ágil
el tiempo transcurre en dos direcciones: hacia atrás
desde el acto al motivo
y hacia delante hacia una decisión
justa”
De manera que ya lo estamos viendo: según se desmedra el cuerpo, parece amplificarse la mente, que no
es sólo el mero rebullir de unas neuronas cada vez más apocopadas. Porque ahí interviene de manera decisiva
ese procesador del siempre superabundante cerebro que llamamos consciencia, la
cual rinde poco o casi nada durante la pletórica infancia; muy parcialmente
todavía durante la apoteosis neuronal de la adolescencia, y aún con muchísimos
agujeros en blanco incluso en la juventud. Ya que, en cualquiera de estas
etapas de creciente plenitud física, hay poco que procesar: nos falta experiencia.
No en balde la vida hay que vivirla
hasta el final, porque a nadie se le alumbra la consciencia sin haber visto
venir la muerte, que avanza de puntillas, quedamente, “tan callando”.
Sí, han leído bien: “a nadie se le alumbra la
consciencia sin [...], que avanza” —¡ojalá!— abonico.
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