Dijo hace poco el presidente de los empresarios, Juan Rosell,
el bestia de turno —se turnan para sus bestiales manifestaciones—,
que el trabajo fijo es cosa del siglo XIX.
“El
trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”
Cuando lo leí pensé que era una trastada que los números romanos
habían gastado al periodista autor del artículo, que, sin darse
cuenta, había cambiado el lugar del “palote” y lo había puesto entre
las dos “equis” en vez de hacerlo al final, tras la segunda; pero
cuando, posteriormente, vi y escuché al propio Rosell decir tal
barbaridad ante las cámaras de televisión, me di cuenta de que no
era un error del periodista: era un disparate, grave, gravísimo, del
empresario.
Entonces me acordé —emparejamiento lógico de personajes— de un
individuo del mismo pelaje que Rosell —gremio, perdón—, que
vivía aquí en el pueblo y de cuyo nombre no quiero acordarme, uno
que dijo hace ya algún tiempo que al obrero había que darle agua a
la séptima vez que la pidiera.
¿Qué les parece? Según los argumentos de
Juan Rosell, ¿en qué siglo deberíamos situar
al “melón” de nuestra localidad de
cuyo nombre, ya lo he dicho, no quiero acordarme?
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