El hispanista inglés Gerald Brenan (1894-1987), intelectual
del grupo de Bloomsbury (Virginia Woolf, Bertrand Russell,
Ludwig Wittgenstein, John Maynard Keynes, Edward Morgan Forster,
Katherine Mansfield, Dora Carrington…), Don Gerardo para sus
coetáneos alpujarreños de Yegen, fue autor de libros muy
importantes sobre nuestro país, como El laberinto español,
una obra fundamental sobre las raíces de la Guerra civil
española, e Historia de la literatura
española, una interesante pieza de la crítica literaria.
Don Gerardo se dejó caer y se estableció en La Alpujarra con
un cargamento de libros, que fue subido a lomos de mulas pues no
había caminos entonces en el lugar, y una paga de su país, del que
huía buscando tranquilidad; aquí, al sur de Granada, encontró el
sosiego que buscaba y escribió Al sur de Granada, un
delicioso y muy original libro sobre la zona y sus gentes.
Tras la primera guerra mundial, en la que acaba de luchar y en la que
ha sido condecorado, se encuentra con una hermética sociedad inglesa
cuya vida lo agobia; tampoco se ve sujeto a una monótona profesión;
prefiere romper con esa rígida educación y respirar una atmósfera
más pura: quiere leer, pensar, imaginar y escribir sin corsés.
Con la maleta llena de libros —más los que después se hace
enviar— y unas libras en la cartera llega a una de las zonas más
pobres de nuestro país, La Alpujarra, concretamente a Yegen, alquila
una casa por ciento veinte pesetas al año y comienza, con
veinticinco años, su reeducación, su nueva vida.
En la puerta de “la casa de
Brenan” (Yegen)
En Yegen queda deslumbrado por esas tierras y esas gentes que tan
bien describirá en Al sur de Granada, singularísima obra de
la que hemos seleccionado un fragmento sobre la mesa camilla:
“A veces se me ha ocurrido
pensar que una de las causas de la decadencia española durante el
siglo XVII puede radicar en esta mesa redonda. Se talaron los
bosques, escaseó la leña, se difundió la idea de la vida en casa y
se extendió también la costumbre masculina de apiñarse, en cómoda
plática, con sus mujeres —la tía de la esposa, su madre, los
hijos mayores—, en vez de estarse junto al fuego, con las piernas
extendidas, y sentadas ellas en cuclillas sobre los almohadones de la
estrada. Alrededor de la mesa camilla la vida familiar se espesaba,
se hacía más densa, más orientalmente burguesa; la lectura cesaba
en la afectada atmósfera de harén, y los clubs o cafés, que hasta
hace poco fueron sitios sórdidos, mal iluminados, ofrecían la única
expansión y evasión. España se convirtió en el típico lugar
estancado, el imperio otomano de Occidente inmerso en sí mismo,
situación de la que únicamente saldría en el ciclo actual. Los
únicos que se beneficiaban con esto eran las parejas de novios,
quienes, una vez aceptado el joven y admitido en la casa, podían
entrelazar dichosamente sus manos durante horas, por debajo del
tapete de franela.” (Brenan,
Gerald (1982): Al
sur de Granada,
Madrid, Siglo XXI, pág. 102).
A Brenan no se le escapa el detalle: “Los únicos que se
beneficiaban con esto eran las parejas de novios”. Pues bien,
si no los únicos, seguro que son los más importantes protagonistas
bajo las faldas de estas mesas; y no se limitaban, como sugiere Don
Gerardo, a “entrelazar dichosamente sus manos...” por debajo de
las faldas mesacamilleras. Parece que algunos, ¿muchos?, iban
bastante más allá, y de ello trataremos en la siguiente entrada.
La mesa camilla es un artilugio magnífico.. Un consejo: Echa unas hojas de romero al ascua del brasero y aromatizarás todo el salón con un olor campestre agradable
Gracias, Ismael, por el comentario y por el consejo.
EliminarUn saludo.