SECCIONES

viernes, 22 de noviembre de 2024

Almazara

En las hablas de la Región de Murcia, la palabra «almazara» (también, «almarzara») se ha utilizado tradicionalmente para denominar el lugar donde se obtenía el aceite a través del prensado de la oliva. ¡Ojo!, no hay que confundir «almazara» con «almajara», que era como se denominaba a los semilleros o «viveros» de semillas, unas pequeñas parcelas de terreno, que se veían en la huerta, aquí y allá, bien abonadas con estiércol y protegidas de la intemperie, al amparo del mal tiempo, por unas hileras de cañas o de alcazabas; allí germinaban con rapidez las semillas que después se utilizarían en las distintas plantaciones, también pequeñas por cierto —de pocas tahúllas cada una—, típicas de una agricultura minifundista como la que, desde tiempo atrás, venía predominando en nuestra región.

Bien: a lo que vamos. A la almazara, o almarzara, se llevaba la oliva y, por un precio acordado («maquila» se solía llamar a este precio si se utilizaba como pago —y creo que esto era frecuente— una porción del producto efecto de la transacción), se obtenía, por un lado, el aceite, y, por otro, el piñuelo, para cuya elaboración se aprovechaban los restos producidos por la molienda, formados por el hollejo y el hueso de la oliva prensados.

En el diccionario de la Real Academia Española encontramos:

almazara

Del ár. hisp. alma‘ṣára, y este del ár. clás. ma‘ṣarah.

1. f. Molino de aceite.

Y en el Diccionario de Autoridades (1726-1739), de la misma institución:

ALMAZARA. s. f. En los Réinos de Murcia y Granáda llaman assi al molíno de azéite. Es voz Arábiga segun el P. Alcalá, compuesta del artículo Al, y del nombre Mazára […].

Almazara, en árabe, del que procede el término, es «alma‘ṣára», que significa ‘el lugar de exprimir’; y en valenciano —y quiero resaltar la riqueza filológica que supone el intercambio de vocabulario entre sociedades colindantes— es «almaçera», muy parecido a nuestro vocablo, como se puede apreciar.

 

viernes, 15 de noviembre de 2024

Humillante

Acude a mi memoria, supongo que porque ahora viene al caso, que, estando en activo en la docencia (continúo en la misma, pero actualmente solo ejerzo con mis nietas), escuché en distintas ocasiones a un conocido que, cachondeándose, trataba de minusvalorar y humillar a un grupo de maestros que trabajaban en un mismo centro educativo, diciéndoles —simulando desprecio— que estaban dirigidos por un inútil, y subrayando que ese inútil, el director de dicho centro, había sido elegido —como es habitual— por los componentes del claustro de profesores, o sea, entre otros, por ese grupo de maestros.

No hay que devanarse los sesos para entender el argumento y, ya puestos, extrapolarlo a otros ámbitos; de hecho, está muy claro: si un país está gobernado por un cretino, por un malvado, por un delincuente…, y esa persona ha sido elegida libremente por la ciudadanía del mismo, poco dice ello en favor de los electores.

Véase lo que, al respecto, escribió, refiriéndose a su país —concretamente al mandamás del mismo y a su electorado—, el periodista y escritor argentino Martín Caparrós en «Boludeces argentinas», un artículo publicado en El País hace poco (24-10-2024):

Argentinos, ¿de verdad se volvieron tarados?

Solíamos creernos un pueblo inteligente, educado, capaz de entender y no dejarse engañar. Se diría que ya no lo somos.

Porque, si no, no hay forma de explicar que nos traguemos una tras otra, sin chistar, las boludeces de un fabulador serial de poca monta. Ya sabemos que insulta a troche y moche, que nos quiere dejar “el culo como un mandril”, que todos somos “ratas despreciables”, que un socialista es un “excremento humano”. Ya sabemos que eso crea un clima de violencia innecesario, brutal, que se agrega al clima de violencia creado por su insistencia en arruinarle la vida a millones de personas, cada vez más pobres, cada vez menos alimentadas. Pero, además, no para de decir estupideces, y nadie le contesta o se le ríe.

[…]

Humilla que te maneje un tonto. Una cosa es un malvado inteligente, uno que arma tremendos planes maquiavélicos para quedarse con todo; otra cosa es un malvado poderoso, uno que maneja tantos soldados, tantos bancos, que nadie le puede resistir. […] Pero la subsistencia de un malvado que no es inteligente ni poderoso sólo depende de la sumisión de sus súbditos. Es, por lo tanto, culpa de esos mismos súbditos: nuestra culpa.

Aunque no se trata exactamente del mismo caso, ya que el protagonista de este que refiero a continuación se podría encuadrar dentro de la clase de «malvado poderoso…», pensemos, por su actualidad, en Donald Trump, el reciente ganador de las últimas elecciones a la presidencia de uno de los países más poderosos, si no el que más, del planeta: los Estados Unidos de América.