SECCIONES

viernes, 17 de junio de 2022

Tres flautistas, una boda y casi un funeral (1)

Leí hace ya mucho tiempo que el chileno Claudio Arrau, uno de los grandes pianistas del siglo xx, necesitaba un psicólogo a su vera cuando tenía que tocar en público, pues el miedo podía con él. Y resulta que su caso no es tan raro, que han sido, son y serán muchas las personas que han cargado, cargan y cargarán con la pesada rémora que supone este problema; de entre los famosos más conocidos —actores, músicos, deportistas...—, citaré solo unos pocos de la familia para mí más cercana, la de los músicos, todos ellos muy grandes: Pau Casals, Vladimir Horowitz, María Callas, Enrico Caruso, Renée Fleming, Arthur Rubisntein y Sergei Rachmaninov.

Yo también sufro de miedo escénico, aunque si entramos en matices, en verdad, el término «miedo» se me queda corto; realmente, lo que padezco es un pavoroso pánico escénico, expresión que alude con más precisión a mi problema.

¿Que qué es el miedo escénico?

Uno de los padecimientos más temibles en el marco de las relaciones personales, es el llamado miedo escénico o pánico escénico, un estado inhibitorio que reduce la efectividad comunicativa e impide o dificulta la capacidad expresiva de las personas afectadas. (Wikipedia, 17-06-2022).

¿Y qué supone para un músico, concretamente para uno que, como yo, toca un instrumento de viento? Significa que el temor se te puede echar encima en cualquier situación en la que adquieres o crees que adquieres algún protagonismo —por ejemplo… en el escenario en que actúas—; significa que entonces te cuesta horrores tocar, que, debido a los nervios, la respiración —el diafragma— no obedece al cerebro como tú quisieras y se acaba el aire en los pulmones antes de tiempo, sin haber terminado la frase musical, y el fraseo lo nota; que los dedos tiemblan y su necesaria sincronización con la lengua —que debe, pero no puede, articular con precisión— es defectuosa, incluso muy defectuosa. En fin… un calvario.

Por ello, pocas veces he tocado en público, y las que lo he hecho, sobre todo ha sido como alumno del conservatorio, en su momento. Sin embargo, tengo que decir que, dando clase, como profesor de flauta, sí he tocado con frecuencia —constantemente— delante de mis alumnos y también en conciertos organizados para y con ellos, pues lo he considerado mi obligación, mi trabajo. Así que he dado mis clases (a niños de primaria, a universitarios, a maestros de educación musical...) siempre con la flauta al alcance de la mano, dispuesto a poner los ejemplos oportunos, con humildad, corrigiendo y haciendo observaciones sobre el sonido, el fraseo, la articulación, la ornamentación, los matices...

Continuará. 

 

2 comentarios:

  1. Esto me lleva a pensar, cuántos buenos alumnos suspenderán siendo excelentes, por ser víctimas del miedo escénico.

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