Lo escucho de pasada y, para mantener su frescura, al momento lo grabo en el móvil con mi voz: «Es que me va a quemar la sangre: me tiene enritá perdía»; eso oigo que le dice una mujer ya mayor a otra de no menos edad en la puerta de un establecimiento comercial del que, según deduzco por unas bolsas que portan, acaban de salir ambas. E inmediatamente, no sé por qué, pienso que es su marido o algún hijo o hija quien tiene así a la pobre mujer quejumbrosa.
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