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viernes, 19 de noviembre de 2021

Faltan palabras

Entiendo perfectamente lo que quiere decir Jorge Wagensberg al afirmar que «no hay bastantes palabras para decir la realidad» (Si la naturaleza es la respuesta, cuál era la pregunta. Barcelona: Tusquets, 2009, pág. 63).

Entiendo que se refiere a que, por muchos términos y expresiones de que dispongamos, por muchos recursos lingüísticos que manejemos en nuestros vocabularios respectivos, siempre nos resultarán insuficientes para expresar con ellos la compleja realidad que conocemos (visual, auditiva, olfativa…); significa que, aun con todas las palabras «del mundo» a nuestra disposición y un conocimiento óptimo para utilizarlas, nos faltarán, se nos quedarán cortas para acertar y afinar con los infinitos matices de todo tipo que la inabarcable realidad nos ofrece.

Algo parecido le leí hace ya tiempo a Salvador Pániker sobre este mismo asunto, el de la insuficiencia de nuestro «lenguaje conceptual» para expresar «la complejidad refinada del mundo vivo».

[…] Nada más intrincado y bello que el movimiento espontáneo de un leopardo; nada más pobre y esquemático que nuestro lenguaje conceptual. La desproporción entre el simplismo del lenguaje conceptual y la complejidad refinada del mundo vivo siempre me ha desconcertado […] (Pániker, Salvador: Cuaderno amarillo, Barcelona: Debolsillo, 2000, pág. 126).

Y esta evidente insuficiencia de nuestro lenguaje ante la tan extraordinariamente rica realidad es fácilmente comprobable al más mínimo intento serio de descripción —oral o escrita— de cualquiera de las muchísimas parcelas de la misma que haya al alcance de nuestro cerebro, y tanto de las que provienen de fuera de nosotros, que percibimos a través de los sentidos, como de las que nos llegan desde nuestro interior, que lo hacen a través de receptores internos, mediante las sensaciones propioceptivas e interoceptivas.

 

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