¡Bendito aire acondicionado!
Son ya casi las dos del mediodía de una muy calurosa jornada del mes de julio, cuando, antes de sentarme a comer, salgo a la terraza para desplegar los toldos de la parte de la casa que está orientada a poniente.
Fuera, la sensación térmica es insoportable debido a un calor bochornoso al que de inmediato asocio —es automática su aparición en mi cabeza— la palabra «alcabor», que en realidad no sé si es una más de las muchas «creaciones» del habla local de la huerta murciana, un término cuya pronunciación —alcaboh— escuché muchas veces en los años de mi infancia y adolescencia.
Así que, para aclararme, echo mano del diccionario de la Real Academia Española y… en efecto, en él aparece:
alcabor.- (Del ár. hisp. alqabú, y este del ár. clás. qabw.) 1. m. Hueco de la campana del horno o de la chimenea.
Y compruebo que su significado coincide con la idea que permanece todavía en mí tras tanto tiempo pasado: la de un lugar contiguo al horno, en el que, debido al calor irradiado por este, se podían poner a desecar algunos productos que lo necesitaran, desde frutos de la huerta a ropa húmeda.
Me pico con el tema y sigo consultando (Ruiz Marín, Diego: Vocabulario de las Hablas Murcianas. Murcia: Diego Marín, 2007), y veo que, por extensión, también se denomina(ba) «alcabor» (en la cita que sigue aparece como «alcabol») a un lugar —cualquiera— muy caliente.
Lo malo es en el invierno, que hay que recojerse pa dentro y buscar el abrigo; pero pa eso tengo yo el pajar á la regüelta, encima de la cuadra, que está como un alcabol de abrigaiquio. (Orts, Luis: Vida huertana. Artículos de costumbres de la Vega de Murcia (2ª serie). Murcia: Tip. de El Tiempo, 1909, pág. 16).
Y, ya metido en plena faena investigadora, me entero, igualmente en la obra de Diego Ruiz Marín, de que el término «alcabor» también hace referencia, ahora figurativa y picarescamente, a la vagina, y me imagino por qué.
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