No hace tanto que me he enterado —y me ha sorprendido— de que llevo
envejeciendo la mitad de mi vida, más o menos, según
leo en un artículo de Marian Benito (El País, 05-12-2019) cuyo título
dice: «Un análisis de sangre que revela la edad biológica señala que empezamos
a envejecer a los 34 años». Después, ya al final del escrito, añade que esa
edad de treinta y cuatro años sería un buen momento para empezar a pensar en la
prevención y el alargamiento saludable de la vida (con algún retraso me llega
la idea, pienso), y para ello lanza un par de sugerencias, relacionadas con el
ejercicio físico y con una buena alimentación, algo que, aunque ya sabido desde
tiempo atrás, comencé a cuidar tarde, muy tarde, pero… en ello —y por ello—
«ando», ahora sí.
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