SECCIONES

viernes, 12 de junio de 2020

Café con leche

Hace ya tiempo que enviudó, y desde entonces, cada mañana de cada día, su hija le prepara el desayuno en la cocina, se lo lleva a la tienda y lo deja, a cubierto de las miradas de la clientela, tras uno de los dos pesos que hay sobre sendos mostradores, concretamente detrás del más cercano a la puerta principal del establecimiento, la que da a la carretera general. Siempre lo mismo: un café con leche en un vaso grande, de los usados para el agua, y unas pocas pastas de las que hay en las estanterías para vender «al peso»: dos o tres galletas de la marca Cuétara, que a veces elige y coge él mismo directamente de la lata que las contiene (maría, campurrianas, tostada…). Y con cierta frecuencia, dependiendo de que tenga más o menos trabajo esa mañana y de sus ganas de tomar algo —habitualmente pocas—, el desayuno puede permanecer allí una hora, dos... incluso toda la mañana, hasta la hora de la comida de mediodía; y entonces... Rosendo se toma el café con leche frío, deprisa… de un trago, y sin galletas que lo acompañen.


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