En el
centro de lo que ahora es la plaza a la que da una parte de la casa
en que vivo,
había dos moreras, aunque yo recuerdo con claridad solo una de
ellas: una maravillosa, enorme y frondosa morera macocana
(lo de macocana,
el calificativo, lo conocí después, debido precisamente a lo
ocurrido en la pequeña historia que les quiero contar), una morera
que —en su tamaño sí me había fijado— daba diariamente sombra
a unos cuantos coches de los albañiles que trabajaban en las obras
de los edificios circundantes, en las casas que terminarían
conformando la plaza. Pasado el tiempo me dijeron
que, además, era una morera muy antigua.
macocana.- Variedad de morera de hoja muy abundante y basta;
es la peor para el gusano de seda, y su recolección dificultosa. (José Muñoz
Garrigós: Las
hablas murcianas. Trabajos de dialectología. Edición
y estudio de Mercedes Abad Merino. Universidad de Murcia, 2008).
Debieron de llegarnos a los
vecinos de la plaza noticias alarmantes sobre la tala de las moreras
porque, temiendo que desaparecieran, algunos de nosotros,
preocupados, fuimos a ver al alcalde del partido de turno. De mi
comunidad de viviendas lo hicimos un servidor y otro vecino. El
entonces mandamás del pueblo nos recibió y le expusimos el motivo
de la visita.
—Mira, fulano
—le dijimos tuteándolo: había alguna confianza—,
nos hemos enterado de que van a cortar las moreras que hay en el
centro de la plaza y estamos muy preocupados; creemos que eso es un
atentado, además innecesario: un verdadero disparate.
El arquitecto del ayuntamiento,
que por allí andaba —no sabemos si alertado por el alcalde—
intervino en la conversación y dijo (con la autoridad que el cargo
otorga y asombrándose de nuestra enorme ignorancia) que dónde se
había visto una plaza mayor con vegetación, con arbolado; y añadió
que las plazas mayores se enlosan, se adoquinan, se pavimentan...
Pronto, saliendo al quite, la
máxima autoridad municipal,
como «buen político», nos tranquilizó con un trato amigable, creo
que por considerarnos, a quienes fuimos a hacerle la petición, casi
correligionarios suyos, cercanos en cuanto a ideas.
—No os preocupéis, que la
macocana
no se toca —dijo, dejando
zanjada la cuestión—, lo garantizo yo. Podéis iros tranquilos.
Y nos fuimos tranquilos.
Y, así,
tranquilamente, pocos días después, al regreso de una mañana de
trabajo, me encontré de golpe con una triste imagen: unos obreros,
de los empleados en la construcción de los edificios que quedaban
por hacer alrededor de la plaza, estaban terminando de trocear las
dos moreras; sí, ambas, pues la macocana,
la que según el alcalde no se iba a tocar, también había sido
talada.
La verdad
es, echando mano de una pizca de ironía para expresarlo abonico,
que no sé cómo pudieron hacerlo, cómo la talaron y la trocearon
sin tocarla, como había prometido el alcalde. Supongo que solo la
motosierra entraría en contacto con ella, que nunca la «tocarían»
las manos de los albañiles serradores, para no dejar en mal lugar al
alcalde, para que no quedara como mentiroso.
Después
de esto, durante los años transcurridos desde entonces, he visto
unas cuantas veces a fulano, que me saluda con simpatía y con el que
mantengo una relación educada, incluso cordial; y en esos diversos
encuentros hemos hablado en algunas ocasiones, pero nunca he recibido
de él algún tipo de justificación
o aclaración
sobre
lo sucedido con la dichosa morera; ¿para qué? —pienso— ¿¡quién
soy yo para que él me dé explicaciones!? Así que, en consecuencia,
nunca, jamás, después de aquello, he tomado en serio nada de lo que
he oído salir de la boca de fulano.
Y debes de no tomar en serio lo que salga de la otra boca de mengano y zutano si se autodenominan políticos. No lo son porque no saben lo que significa esta palabra y porque “sus asesores y técnicos” poseen la visión de futuro de un topo. Pero un topo que, a veces, se enmascara y no sabemos si es topo o tonto. Una letra por dos es igual rato que os dio cuando mintió, a pesar de saber que las moreras, la macocana y la otra, eran del pueblo y no del arquitecto ni mucho menos suyas. La rectitud y cumplimiento de lo expresado es cumplida por quienes son humanos racionales y trabajan por y para el bienestar de los ciudadanos. No te apures porque no te diga nunca nada acerca del hecho. Es preferible a que te aleccione y corrija “tu ignorancia” por querer salvar dos símbolos vivos del pueblo. Eso sería degradante. Un abrazo, Pepe.
ResponderEliminarGracias, Antonio. Es posible que, como dices, mejor que fulano no me haya dicho nada, pero me habría gustado saber qué pasó.
EliminarUn abrazo.