Yo era muy joven y a él lo recuerdo ya mayor pero no excesivamente,
vestido de oscuro, delgado, de talla alta —quizás desde mi
pequeñez de entonces—, cabeza poco voluminosa, con el pelo muy
corto y blanco, piel blanquirrojiza en una cara con ojos pequeños y
rodeados —y esta es una imagen nítida— por la vistosa rojez de
la zona interior de los párpados; los labios, gruesos y algo
plegados en una boca grande; en mi mente aparece sin afeitar, con una
barba de unos pocos días.
Todo un personaje: “un salvaje de la sierra” parece que se
autodenominaba él. Sus frases eran famosas en el pueblo, y hablaba
ex cátedra, como el
infalible papa. Luis era provocado constantemente por algunos de sus
acompañantes para que los presentes pudiéramos escuchar de sus
labios lo que para muchos eran sentencias y pensamientos profundos;
para otros, todo lo contrario, auténticos disparates; y para unos
pocos, ni lo uno ni lo otro, solo ocurrencias y chascarrillos.
Yo mismo, siendo niño, le oí decir, con grandeza, cual superhéroe
que lo puede todo, que él era capaz de saltar el río Segura con los
pies juntos. Quizás estaba hablando metafóricamente y yo era
demasiado joven y no podía entender el alcance de tal afirmación: o
era una gigantesca proeza o una enorme mentira.
Parece que anduvo enamorado platónicamente —un amor puro,
romántico… de lejos— de una moza que servía en una casa junto a
la mía; cuando llegó el momento en que ella dejó el trabajo para
casarse —lo normal en la época—, Luis exclamó con solemnidad,
despacioso, aparentando finura y clase: “me han robado la flor de
mi solapa”.
Un día, años después, aunque no recuerdo dónde ni en qué
circunstancias, le escuché una interesante reflexión, que en más
de una ocasión he rumiado; venía a decir Luis que cada uno de
nosotros, en esta vida, lleva una cruz, pero que, como hay tanto
idiota —y entonces miraba despectivamente, girando la cabeza y
señalando circularmente con el índice a su alrededor—, a él le
había tocado llevar la suya propia y la de algunos otros de esos
individuos. ¿Tiene su lógica, no?
Debía tener cuentas pendientes con Dios, porque a menudo sus famosas
frases aludían a él o contra él iban dirigidas: “A veces Dios se
me figura un monaguillo” se dejaba caer mientras tomaba un vaso de
vino en el bar. También, de vez en cuando, le daba por retar al
Altísimo: “¡baja, si tienes huevos, baja!”. Incluso hay quien
dice que le ofrecía la iniciativa en el duelo al Todopoderoso: “te
doy dos puñalás de ventaja”.
En otra ocasión —recuerden siempre la sociedad en la que se
desarrollan estas historias—, cuentan, Luis estaba jugando, no sé
si a las cartas, con tan poca suerte que las blasfemias, las cargas
contra Dios, no cesaban; alguno de sus compañeros de juego,
disimuladamente y mirando alrededor, le llamó la atención; poco
después, en vez de la cagada habitual, del exabrupto duro, Luis mira
para arriba, donde se supone que está el que busca, a quien se
dirige, y dice sin levantar la voz: “¡tú ya me entiendes!”.
También he oído, de fuentes distintas coincidentes, que tras una
fatal tarde de juego en que Luis lo había perdido todo, ya de vuelta
al pueblo, pidió al taxista que lo traía —aficionado igualmente a
jugarse el dinero, y también perdedor ese día— que parase ante la
tienda del Rosendo.
—¿Para qué? —contestó el chófer— ¿qué vas a comprar
ahora?
—¡Una soga para ahorcarme! —dijo con su habla pausada y
sentenciosa.
Dicen que cuando el conductor paró en el sitio pedido, Luis se rajó,
pero a su estilo, con su clase.
—¡Anda, sigue! —y añadió— ¡me faltan cojones!
Las comparaciones son odiosas y, en este caso, ociosas (tratándose de escritos del mismo autor). Pero es de las entradas de Abonico más hermosas (por la forma -no solo el estilo, también la estructura: introducción, un esbozo de desarrollo y un hipotético final-, y el fondo -el tema, las anécdotas, el personaje...-) que te he leído nunca, Pepe. Un abrazo muy fuerte. Mariano.
ResponderEliminarYa sabes, Mariano, cuánto me interesan tus comentarios; agradecido por tus generosas palabras te adelanto que estoy trabajando en la entrada que me pediste recientemente en un whatsapp, la de “Si dolce è’l tormento”, de Monteverdi.
EliminarYa sabes, Mariano, cuánto me interesan tus comentarios; agradecido por tus generosas palabras te adelanto que estoy trabajando en la entrada que me pediste recientemente en un whatsapp, la de “Si dolce è’l tormento”, de Monteverdi.
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