SECCIONES

sábado, 6 de febrero de 2016

Una flauta recta (1)

Cuando “saqué” las oposiciones, lo primero que había que hacer tras el papeleo era elegir destino: el primero como propietario provisional (en realidad, el primer año se consideraba de prácticas). Entre las localidades —o nombres de centros, no recuerdo bien— que aparecían en la lista de vacantes, estaba Torreteatinos, que asocié inmediatamente con Los Teatinos, un lugar junto al Santuario de la Fuensanta, cerca de la Cresta del Gallo, en Algezares; Rafa, mi cuñado, maestro también, me dijo que me enterara bien, que él creía que la escuela estaba en El Raal; y no andaba equivocado.
[...] en El Raal, pedanía de Murcia, se alza aún hoy la casa-torre Teatinos, que ha prestado recientemente su nombre al colegio público Torreteatinos, evocando un remoto pasado en que los jesuítas fueron dueños de casi todas las tierras de ese anejo murciano”. (Gómez Ortín, Francisco: El topónimo murciano Los Teatinos).
Y así llegué al colegio Nuestra Señora de los Dolores, mi primer destino tras las oposiciones, y allí fui compañero de José Luis Nicolás, uno de mis mejores amigos desde entonces hasta su muerte hace unos años. También fui compañero d'El Pupi, un ejemplar de maestro un tanto especial.
El Pupi era de ciencias. Daba clases de Matemáticas, Física, Química…, las asignaturas más importantes, ya saben ustedes. Y era muy aficionado a los aparatitos, a los cacharros, a comprar artilugios, cosas de segunda mano… Cuando se enteró de que yo estaba estudiando flauta travesera, me dijo, con mucha —demasiada— suficiencia:
—Pues yo tengo una flauta recta: la he comprado de ocasión.
—¡Ah, sí! —contesté yo, creyendo entender lo que quería decir— eso es una flauta de pico, una flauta dulce —y añadí a continuación—: precisamente flauto diritto es uno de sus nombres en italiano.
—¡No!, ¡qué va!, no es una flauta dulce; es una flauta metálica, con llaves, como la travesera, pero se toca recta; además —añadió para darme más pistas—, tiene una caña por la parte donde se toca.
—¿En la embocadura?
—Sí.
—Entonces —contesté inmediatamente— es un saxofón.
—¿¡Un saxofón!? —añadió, insisto, sobrado de conocimiento y con algún recochineo— ¡pero si es un instrumento recto! —breve pausa para, después, afirmar— ¡Es una flauta! ¡¿Sabré yo lo que compro?!
—Es un saxofón soprano —contesté yo—, que, por ser pequeño, no necesita ser curvado para una mejor sujeción: se puede tocar recto, al frente, sin tener que forzar las manos; ya digo, su tamaño lo hace manejable.
Entonces empezó a mirarme de otra manera.
—¿¡Un saxofón recto!? ¿¡Hay saxofones rectos!?
—¡Sí, sin duda!
 —¿Estás seguro?
—Claro, ya te digo: el saxofón soprano, aunque también te lo puedes encontrar curvado. ¿Recuerdas el de los payasos de la tele, el que tocaba Gabi, un saxo pequeñito, que parecía de juguete?
—Sí.
—Pues ese es el mismo saxo soprano, pero en este caso con la forma típica del saxofón, la curvada.
 —¡Ah, leche!
No sé si, después, El Pupi buscaría información y quedaría convencido, pero lo cierto es que no me habló más de su “flauta recta”.
Bueno… tras la anécdota, escuchemos el sonido del saxofón soprano en Son Medley (Guantanamera, Manisero, Qué bueno baila usted, de los que he seleccionado solo los dos primeros temas: Cartagenera y El manisero), interpretado por José Luis Santacruz, saxo soprano —recto, ¡ojo!— y Pepe Abellán, percusión.
El percusionista del dúo es mi hijo Jose Alberto, más conocido como Pepe Abellán, igual que su padre. Jose —sin tilde, así lo llamamos en la familia— se especializó en percusión latina y ahora se dedica sobre todo al cajón flamenco, del que está publicando (tiene un canal en Youtube: https://www.youtube.com/playlist?list=PLmYE-D3tnhGn7ATlN6YaDiSManj7mrYkd) un método muy interesante.
“¡Qué va a decir su padre!”, pensarán ustedes.
Pues... eso, lo dicho.

2 comentarios:

  1. ¡Cuánto me divierten tus anécdotas Pepe!Piensa en recopilarlas y publicarlas. Un abrazo. Encarni

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    1. Gracias, Encarni, me alegra que te gusten mis anécdotas. Me anima escucharlo. Sobre lo de recopilarlas y publicarlas, ya veremos; si, con el tiempo, creo que merece la pena, me lo pensaré.

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