Ya lo he dicho, soy un luthierero. En el
pueblo no falta quien, como un guiño, me llama Mastropiero,
porque sabe lo que siento por Les Luthiers, que utilizan a
menudo en sus espectáculos el nombre de Johann Sebastian
Mastropiero. Fíjense si soy luthierero que, antes, cuando
viajaba más, sobre todo cuando los recorridos eran largos, lo
primero que metía en la guantera del coche, antes de salir, era una
selección de casettes de Les Luthiers.
Varias veces he citado ya en Abonico a
estos personajes. Para quienes me conocen no es una novedad el que yo
ahora salga con estas entradas: saben que estos tipos son para mí el
súmmun de las maravillas, que casi los adoro.
Nunca ha habido un grupo como ellos —con sus originalísimos
instrumentos informales y su creativa y magistral utilización lúdica
del lenguaje— y nunca, tras ellos, lo habrá; podrán surgir
imitadores, pero Les Luthiers han sido, son y serán
especiales. También supongo que quien ya sustituye al luthier
fallecido debe ser también “magnífico”, pero Daniel
Rabinovich, aunque parezca una obviedad, ha sido único.
Cada vez que oigo “estatua ecuestre”, o,
solamente, “ecuestre”, inmediatamente recuerdo un juego de
palabras de Les Luthiers y continúo, por inercia, aunque sea
mentalmente: “cuestre lo que cuestre”. También me vienen a la
cabeza de vez en cuando algunas de sus máximas, como la que dice:
“si aquel que dice ser tu mejor amigo te clava un puñal en la
espalda [breve pausa], debes desconfiar de su amistad”; o su consejo,
después desgranado, de que a los niños siempre hay que decirles la
verdad.
Y cuántas veces, estando en clase, los he
parafraseado. De pronto, he dicho, mirando seriamente a mis alumnos
—unas veces, niños; otras, mayores— y tratando de imitar a
Marcos Mundstock en escena: “Mi nombre es Oblongo, que en
dialecto suajili quiere decir algo más largo que ancho”; y la
clase se me ha quedado mirando de una manera…, como diciendo
“¡¿está bien este tío?!”. O cuando les he dicho, como quien
medita trascendentalmente: “Anooche [alargando la o], bajo la luuna
[alargando la u]… vi brillar en el cielo un dragón con plumas…
[pausa para dar interés]: debo beber meenos [alargando la e]”. O,
cuando, poniendo cara muy seria, y simulando que lo acababa de leer
en la prensa y me había impresionado mucho, les decía: “Según
estudios académicos recientes, en España, de cada 10 personas que
se dedican a la política, 5 de ellas… [breve pausa de suspense]
son la mitad”.
También, con los mismos resultados, he cantado
para mis alumnos fragmentos de algunos temas de los geniales artistas
argentinos: como alguno de El rey enamorado: “♫ Por
ser fuente de hermosura, ♫ por ser de rosas un ramo ♫...”, o de
Una Canción Regia: “♪♫ Dulce reina mía… ♫”
o de Serenata mariachi “♫ Siento que me atan a ti ♫
tus adorados cabellos ♫… o de La bella y graciosa moza...
o de la Cantata Laxatón o… de lo que se me
ocurriera.
Les pongo a continuación un fragmento de La
comisión, un biólogo entre Rabinovich y Mundstock.
Espero que les guste y se animen a buscar el vídeo para verlo entero.
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