Hoy: reflexión; mañana: ¿¡la “fiesta de la democracia”!?
¿Se acuerdan ustedes de la serie de televisión
Kung fu?
Contaba las aventuras de Kwai Chang
Caine (interpretado: de adulto, por
David Carradine;
de joven, por Keith Carradine;
y de niño, por Radames Pera —el
famoso Pequeño
saltamontes—).
Y el asunto iba de que en el lejano Oeste americano un solitario
monje chino shaolín,
viajaba utilizando como armas solo su extraordinario dominio de las
artes marciales y una gran fuerza interior basada en su filosofía
budista de la vida.
Recordarán seguramente algunos de los muchos chistes que apoyándose
en la serie corrieron entonces de boca en boca; como aquel en el que
el viejo maestro pregunta a su discípulo con pausada y sabia
tranquilidad budista:
—Pequeño Saltamontes, si te inclinas hacia adelante y miras
entre tus piernas, dime... ¿qué ves?
—Pues… un par de huevos, maestro, los míos —contesta, también
sereno, aunque ufano, el niño, muy contento de conocer la respuesta.
—Muy bien, Pequeño Saltamontes; pues cuando veas dos pares
de huevos en vez de uno —responde seria y lentamente el maestro,
con solemnidad—, sal corriendo de inmediato, porque eso significa
que te quieren dar por culo.
¿Lo recuerdan?
Fíjense por qué vericuetos se moverá nuestro cerebro que esto,
justamente esto, es lo que me ha venido a la cabeza al leer Arde
la casa, un artículo del maestro Manuel Vicent (El
País, 15/03/2015), del que he resaltado un par de fragmentos que
aquí les pongo para reflexión y provecho:
“Si tu
casa está ardiendo, sal de ella corriendo sin preguntarte qué pasa
fuera. No importa si en la calle llueve, hace frío o calor o está
plagada de enemigos. Lárgate antes de que se derrumbe el techo sobre
tu cabeza.”
[…]
“La
casa en llamas es ahora este Gobierno y este Parlamento servidos por
un cúmulo de políticos mafiosos, estúpidos o mediocres; son las
instituciones del Estado podridas hasta la raíz por la corrupción;
es la propia asfixia ante el desplome de los valores morales o
estéticos que a uno lo sustentaban. No hay forma de mirar hacia
alguna parte de la casa que no veas cómo avanzan las llamas hasta tu
estancia secreta. Huye, huye, no importa adónde.”
Para terminar, y debido a la importancia de la
moraleja del tema, Abonico
quiere asegurarse de que el lector ha entendido bien la gravedad de
la situación y lo que debe hacer en momentos tan apurados, pues le
va mucho en ello. Para tal fin proponemos una prueba que le permita
evaluar la claridad de su comprensión del caso. Así pues…, si le
apetece, demuestre que lo comprende añadiendo la última palabra a
cada uno de los dos pareados siguientes:
Si tu
casa está ardiendo,
huye de
ella ………………,
porque,
sí, sin disimulo,
te
quieren dar por el ………...
Pista
para flojos de memoria: en el pareado tienen que rimar los dos
versos.
Si colocan bien la primera de las rimas, es que
saben lo que tienen que hacer, y si, además, saben la segunda:
perfecto, es que conocen, también, por qué lo tienen que hacer.
Deseo para mañana:
Ruiz Mantilla, 21/05/2015, El
País
Aunque yo, buscando más precisión, cambiaría
“regrese” por “aparezca”, “se imponga”, “triunfe”…
Como sabes, Pepe, las juguetonas “pastas danesas”, las cookies, para los informáticos, me han tenido encerrado sin poder salir a comentar durante un tiempo. Y todo por la manía que tuve de cambiar la configuración de mi blog. Ahora que ya empiezo a ver la luz del largo túnel, voy a probar en tu casa que puedo también escribir en publicaciones atrasadas. Como atrasadas son ya las elecciones que han visto los cuatro huevos fritos, muy fritos, con puntilla. A pesar de todo, Pepe, podríamos decir que estoy un poco triste. Triste porque no es que me importe que gane en votos la derecha. La derecha es una opción política como cualquier otra y tan digna como la que más. La que es indigna es “esta derecha”. “Nuestra derecha española”, esta mezcla de pacatería, inapropiada soberbia, aspiradora de un pasado que todavía es añorado, intereses serviles de pedigüeños rastreros de los poderosos prepotentes y de unas formas de gobierno que han derrumbado en menos de tres años a una sociedad que le ha costado más de treinta conseguir su bienestar. Y no, basta ya de consignas, de herencias de pésimos gestores y de malhechores que se encuentran emboscados entre quienes son sus eternos deudores, el pueblo, ese pueblo que desprecian con sus modales de seres tan inapropiadamente perversos que dan risa, risa dura y lacrimosa pero risa por su falta de confianza en un pueblo trabajador, en general, bueno y, a veces, demasiado confiado con quienes aparentan lo que no han sido, ni son, ni serán jamás: quienes con su desfachatez y avaricia han hundido una economía que hemos pagado y pagaremos por mucho tiempo a quienes, con negocios privados, son los amiguetes de personajillos que dudan hasta de su propia identidad, despreciando cualquier pequeña aportación que no provenga de sus disminuidas facultades.
ResponderEliminarUn abrazo, Pepe.