En la mitología griega, Orfeo, poeta y músico, es hijo del dios-río Eagro, rey de Tracia —en otras fuentes, su padre es Apolo—, y de una musa —Calíope, Polimnia
o Clío, según versiones—. Canta y toca la lira —que unos dicen inventó y otros
que perfeccionó—, hechizando a todos con sus sones: personas, dioses, animales,
plantas… hasta las rocas se conmovían con su música. Participó en la expedición
de los Argonautas marcando el ritmo a los remeros, calmando con su voz las tempestades y librando
a sus compañeros de caer en manos de las sirenas, cuyos cantos fueron anulados
por la belleza del de Orfeo.
Orfeo
se había casado con la ninfa Eurídice, a quien amaba apasionadamente. Un día,
la joven, huyendo de un acosador, fue mordida por una serpiente y murió.
Inconsolable, Orfeo bajó a buscarla al reino de los muertos, que, debido al hechizo
de sus cantos, permitió que Eurídice regresara con su esposo siempre que fuera
detrás de él y que este no volviese la vista para mirarla antes de llegar al
reino de los vivos. Pero intervino la fatalidad: poco antes de que Eurídice cruzara
la línea que separa los dos mundos, Orfeo se volvió para mirarla y esta
desapareció para siempre.
Orfeo
la lloró desesperadamente. Después, él mismo tuvo un trágico fin sobre el que divergen
las distintas tradiciones, la mayoría de las cuales lo presentan muerto —por distintos
motivos— a manos de mujeres.
La
historia de Orfeo y Eurídice es la del amor absoluto que ignora la muerte y desafía
a las potencias infernales; incluso, en algunas versiones, Orfeo muere por su
amor, pues es su fidelidad al recuerdo de Eurídice lo que provoca el furor
asesino de las mujeres que acaban con su vida. Sin embargo, ese amor lleva en
sí mismo su propia debilidad: Orfeo no es capaz de superar la última prueba;
su pasión, impaciente, es la causa de la pérdida definitiva de la amada.
El mito de Orfeo, motor de muchísimas representaciones artísticas, ha sido tratado desde la antigüedad greco-latina hasta nuestros días con una enorme riqueza de puntos de vista: la Literatura, la Pintura, la Música, el Cine, han dado buena cuenta de él.
Orfeo y
Eurídice, de Rubens
En
el campo musical, concretamente, ha inspirado, entre otros, a compositores de la talla de Monteverdi,
Rameau, Haydn, Offenback… y el que nos interesa hoy: Christoph Willibald Gluck, importante reformador de la ópera
de su tiempo, que desafía la tradición pretendiendo —con su libretista, Ranieri
de’ Calzabigi— una “hermosa sencillez”, algo que consiguió especialmente en
Orfeo y Eurídice, adaptando la
música al drama, integrándola en la acción, prescindiendo de casi toda
ornamentación superflua en las voces de sus personajes, sin excesivos gorjeos y
trinos inacabables, con lo que consigue melodías lineales, más sencillas. El estreno
de Orfeo y Eurídice (1762) —una de sus “óperas de reforma” y la
más famosa del autor— supuso un acontecimiento decisivo en la historia de la
Música.
Che farò
senza Euridice? —¿Qué haré sin Eurídice?, la mayor contribución a
la fama de esta ópera— es el aria que canta Orfeo apenado por la pérdida de su
amada, lamentando qué hará sin ella, a dónde irá, sin esperanza alguna.
Y… ¿qué versión elegir?: ¡Uff, es difícil! El papel de Orfeo fue escrito originalmente para un castrato y después reescrito para un tenor, aunque posteriormente ha sido cantado con frecuencia por una mezzosoprano. Fíjense si habrá tenores y mezzosopranos que borden el papel; castratos, imposible, pero actualmente la abundancia de buenos contratenores — hombres que cantan con voz de contralto o de soprano—, como Andreas Scholl, Philippe Jaroussky, David Daniels…, nos facilita el acceso a buenas versiones como la original. Me decido, finalmente, por la interpretación del contratenor alemán Andreas Scholl, con la Orchestra of the Age of Enlightenment, dirigida por Sir Roger Norrington.
Letra
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Che
farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben? Che faro, dove andrò? Che faro senza il mio ben? Dove andrò senza il mio ben?
Euridice!
Euridice!
Oh Dio! rispondi! rispondi!
Io
son pure il tuo fedele!
Io son pure il tuo fedele! Io tuo fedele!
Che
farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben? Che faro, dove andrò Che faro senza il mio ben? Dove andrò senza il mio ben?
Euridice!
Euridice!
Ah!
non m’avanza
Più soccorso, più speranza, Nè dal mondo, nè dal ciel!
Che
farò senza Euridice?
Dove andrò senza il mio ben? Che faro, dove andrò Che faro senza il mio ben? Dove andrò, che faro?
Dove
andrò senza il mio ben?
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¿Qué
haré sin Eurídice?
¿A
dónde iré sin mi bien?
¿Qué
haré, a dónde iré?
¿Qué
haré sin mi bien?
¿A
dónde iré sin mi bien?
¡Eurídice!
¡Eurídice!
¡Oh,
Dios! ¡Responde! ¡Responde!
No
soy más que tu fiel enamorado
No
soy más que tu fiel enamorado
Tu
fiel enamorado
¿Qué
haré sin Eurídice?
¿A
dónde iré sin mi bien?
¿Qué
haré, a dónde iré?
¿Qué
haré sin mi bien?
¿A
dónde iré sin mi bien?
¡Eurídice!
¡Eurídice!
¡Ah!
ya no me empuja
Ningún
socorro, Ninguna esperanza,
Ni
en el mundo ni en el cielo.
¿Qué
haré sin Eurídice?
¿A
dónde iré sin mi bien?
¿Qué
haré, a dónde iré?
¿Qué
haré sin mi bien?
¿A
dónde iré, ¿qué haré?
¿A
dónde iré sin mi bien?
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Y… ¿qué versión elegir?: ¡Uff, es difícil! El papel de Orfeo fue escrito originalmente para un castrato y después reescrito para un tenor, aunque posteriormente ha sido cantado con frecuencia por una mezzosoprano. Fíjense si habrá tenores y mezzosopranos que borden el papel; castratos, imposible, pero actualmente la abundancia de buenos contratenores — hombres que cantan con voz de contralto o de soprano—, como Andreas Scholl, Philippe Jaroussky, David Daniels…, nos facilita el acceso a buenas versiones como la original. Me decido, finalmente, por la interpretación del contratenor alemán Andreas Scholl, con la Orchestra of the Age of Enlightenment, dirigida por Sir Roger Norrington.
Pepe, no han representado, en los circuitos de ópera en los que me muevo, nunca esta obra, difícil, en el cambio a barroco, aunque sí la he visto en teatro en Francia y en cine, "Orphée" (Orpheus. Orfeo) de Jean Cocteau, 1950, con una espléndida María Casares como la Muerte y Jean Marais como Orfeo, posiblemente la mejor versión realizada para el cine. Como bien apuntas, el mito de Orfeo ha sido utilizada para medios diferentes a la ópera en multitud de ocasiones. Como bien sabes, las óperas de Gluck son difíciles y, para entenderlo mejor, sería como representar una obra de Moratín para un público acostumbrado al teatro vanguardista. A la dificultad per se de Gluck se une la extrema dificultad de representación y especialmente las voces que perteneciendo a tenores sean similares a las sopranos o mezzosopranos, los contratenores. La versión que has seleccionado la he escuchado otras veces pero, como en este caso, sin rostro y sin escena, elementos si no imprescindibles, si bastante ilustrativos de la representación artística, de una audición más cercana al oyente/espectador. Estás hecho un hacha, Pape, sacas de donde no pensamos nadie y son selecciones muy especiales. Muy buen artículo.
ResponderEliminarUn abrazo, Pepe.
Gracias, Antonio. Creo que sería muy interesante comparar, y no solo me refiero a la ópera, las distintas versiones del mito de Orfeo, pues difieren bastante entre ellas. Un par de ejemplos: en la versión de Offenbach, Orfeo en los Infiernos, Eurídice es una coqueta a la que aburre la música de su marido, y también hay alguna otra versión en que le es infiel.
EliminarUn abrazo.