Ante nosotros yérguense los días venideros
como
fila de cirios encendidos
cirios
ardientes, áureos y vivos.
Quedan
atrás los días ya pasados,
triste
fila de cirios ya apagados.
Los más
cercanos aún despiden humo,
cirios
fundidos, fríos y torcidos.
No
quiero verlos: me aflige su figura,
me
aflige recordar su luz primera.
Veo ante
mí mis cirios encendidos.
No
quiero volverme, por no ver con horror
cómo la fila oscura avanza rápida,
cómo los cirios apagados aumentan tan de
prisa.
Constantino Cavafis
Miguel Munárriz
(2004):
Poesía
para los que leen prosa
Visor, pág. 175.
¡Ay, los
cirios de Cavafis!
¿Los
apagados?: ya muchos;
recuerdos, evocaciones, nostalgia…
y… ¡cuántos! y… ¡cómo!
¿Los
encendidos?: ya pocos;
esperanzas, sueños, temores…
y… ¿cuántos? y… ¿cómo?
¡Como uno tiene ya sus años, se fija —¿demasiado?—
en este tipo de poemas. La empatía con el poeta es ahora mayor que cuando eres
joven, pues entonces no se piensa —o se piensa menos— en estas cosas.
Hola, Pepe. ¡Qué imagen más potente la de los cirios de Cavafis! El paso del tiempo, las ilusiones que se pierden... Nada, hay que mirar hacia adelante, seguir encendiendo cirios, creando nuevas ilusiones o transformándolas. Un abrazo. Mariano.
ResponderEliminarSí, Mariano, una imagen que va ganando potencia con nuestros años. Tú, por lo menos estadísticamente y te deseo que así sea, tienes por delante muchos cirios encendidos. Aprovéchalos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pepe, un tiempo que ha destruido, no destruido no, iluminado con sus pavesas un rincón perdido del lugar que siempre se encuentra solitario, un camino largo y tan oscuro como un futuro por descubrir, una vida de ilusión que obliga a la autodestrucción de la luz y al sentir el dolor de su destrucción cuando, lentamente, con callada e imperturbable delicadeza, se retuerce hasta consumirse. Un tiempo consumido y apagado como la vela que alumbra amarilleando y temblando. Sólo los poetas poseen la sensibilidad para transmitir los sentimientos tan maduros como el de las cosas inanimadas. ¿Inanimadas? Posiblemente no, quizás sean las que provocan, en nuestra transcurrir, la luz de la sabiduría necesaria para poder discernir y caminar con paso firme y sin mirar atrás. Excelente poema y excelente publicación.
ResponderEliminarUn abrazo, Pepe.
Desde luego, Antonio, estoy de acuerdo, hay cosas que solo un poeta puede decir o dice mejor.
ResponderEliminarUn abrazo.