SECCIONES

viernes, 18 de diciembre de 2020

Misantropía

«Con la edad te haces misántropo casi sin quererlo, por precaución, por hastío y por maña de supervivencia», dice Miguel Sánchez Ostiz en «Pillerías» (blog Vivir de buena gana, 18-11-2020). Y lo piensas. Y por lo que a ti respecta tiene razón, pues, a poco que reflexiones con intención en esa dirección te das cuenta de cómo, según pasa el tiempo, la misantropía avanza en tu cabeza a ritmo de reveses, escarmientos, desilusiones, desencantos, chascos, decepciones, desengaños… experiencia.

 

viernes, 11 de diciembre de 2020

Seis pepitos

Tras dos semanas de cierre impuesto por las autoridades regionales en esta segunda ola de la pandemia, van ya dos días, los mismos que llevan abiertas de nuevo las terrazas de los bares del pueblo, que las veo con mucha gente cuando salgo a andar por las mañanas (he leído en la prensa que en otros lugares de la región está ocurriendo lo mismo, que este fenómeno es general y también que los empresarios del sector han dicho que, por la cuenta que les trae, se encargarán ellos mismos de que se cumplan las normas contra el virus para que no haya que volver a cerrar).

Miro bien (ya se sabe que en los pueblos nos conocemos todos o casi todos) y advierto que más o menos se trata de los terraceros habituales, los de siempre: gente en general que, incansable, bajo los toldos casi cerrados o fuera de ellos, habla, ríe, carcajea, fuma…, y alguna, con la excusa de la consumición, sin la mascarilla y sin respetar la distancia de seguridad recomendada.

***

Me ha llamado mi hijo Jose anunciándome que sobre las doce y media va a traer a Paula y Ángela para que patinen en los soportales de la plaza a la que da el edificio en que vivo, por lo que, llegada la hora, bajamos Toñi y yo a la calle —una excepción en estos tiempos de pandemia— para ver a nuestras nietas y disfrutar con ellas de sus primeros pasos en el patinaje.

Mientras miro con atención a las chiquillas, veo que pasa junto a mí un conocido de toda la vida —de mi edad más o menos—, un grandullón barrigudo, buena persona, algo… simplón.

—¿Has visto eso? —le digo mientras señalo en dirección a la para mí abarrotada terraza de un bar cercano, el mismo en el que lo he visto a él muchas veces.

—¡Claro, tío, es que han vuelto a abrir los bares! —me dice, y añade sorprendido— ¿¡no te has enterao!?

—No —miento.

—Pues yo ya he estao antes ahí.

—¿Y qué tal?

—Que me he puesto las botas.

—¿Has almorzao?

—Como Dios manda.

—Pero… ¿bien-bien?

—Me comío seis pepitos —me responde para acabar y continuar su camino, como diciendo: «ahí queda eso».

 

 

viernes, 4 de diciembre de 2020

Vergonzoso

Así como te alegra y te hace sentir orgulloso un paisano tuyo por el ejemplar tipo de vida que lleva, por sobresalir en alguna rama de los saberes por ti apreciados, por haber realizado alguna manifestación que te parece conveniente, digna, inteligente..., igualmente te avergüenza lo contrario: la manifestación, la actitud, el comportamiento... bochornosos de quien de alguna manera consideras cercano a ti aunque solo sea por haber nacido ambos en la misma localidad; y te molesta, y te duele... y te irrita.

El párroco de la basílica de la Purísima del municipio murciano de Yecla, José Antonio Abellán, dijo durante la misa del pasado domingo 22 de noviembre que uno de los puntos de la ley educativa Lomloe, más conocida como ley Celaá, recientemente aprobada en el Congreso, busca integrar a los niños con necesidades especiales en los colegios ordinarios para que "estorben" y "entonces digan: ¿veis? Estos niños es que ni siquiera tienen que exisitir: hay que matarlos". (Elisa Reche, 23-11-2020, eldiario.es Región de Murcia).

La verdad es que cuando me llegó la noticia (antes de conocer la identidad de su protagonista: solo sabía que era un cura de Murcia), me pasó por la cabeza —una corazonada— que pudiera tratarse de este individuo, pues tiene antecedentes que lo acreditan: no es la primera vez que sale en los papeles.

¿¡Puede pensar así una mente bien amueblada, bien educada, bien intencionada… sana!? ¿¡Y decirlo en público!? ¡¿Ante un auditorio en el que una gran mayoría, si no la totalidad, lo considera una autoridad infalible, incuestionable!? De ninguna manera. Resulta indecente, inmoral, despreciable…, un desatino cargado hasta los topes de grosería, de estupidez, de malicia... al alcance de sus feligreses.