Así como te alegra y te hace sentir orgulloso un paisano tuyo por el ejemplar tipo de vida que lleva, por sobresalir en alguna rama de los saberes por ti apreciados, por haber realizado alguna manifestación que te parece conveniente, digna, inteligente..., igualmente te avergüenza lo contrario: la manifestación, la actitud, el comportamiento... bochornosos de quien de alguna manera consideras cercano a ti aunque solo sea por haber nacido ambos en la misma localidad; y te molesta, y te duele... y te irrita.
El párroco de la basílica de la Purísima del municipio murciano de Yecla, José Antonio Abellán, dijo durante la misa del pasado domingo 22 de noviembre que uno de los puntos de la ley educativa Lomloe, más conocida como ley Celaá, recientemente aprobada en el Congreso, busca integrar a los niños con necesidades especiales en los colegios ordinarios para que "estorben" y "entonces digan: ¿veis? Estos niños es que ni siquiera tienen que exisitir: hay que matarlos". (Elisa Reche, 23-11-2020, eldiario.es Región de Murcia).
La verdad es que cuando me llegó la noticia (antes de conocer la identidad de su protagonista: solo sabía que era un cura de Murcia), me pasó por la cabeza —una corazonada— que pudiera tratarse de este individuo, pues tiene antecedentes que lo acreditan: no es la primera vez que sale en los papeles.
¿¡Puede pensar así una mente bien amueblada, bien educada, bien intencionada… sana!? ¿¡Y decirlo en público!? ¡¿Ante un auditorio en el que una gran mayoría, si no la totalidad, lo considera una autoridad infalible, incuestionable!? De ninguna manera. Resulta indecente, inmoral, despreciable…, un desatino cargado hasta los topes de grosería, de estupidez, de malicia... al alcance de sus feligreses.
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