SECCIONES

sábado, 8 de marzo de 2014

En mayo, concierto

Si no lo digo, reviento. Y a quien le moleste, pues... eso, que... ya me entienden.

La verdad es que no quería sacar a relucir esto aquí, para no despertar envidias, que son muy malas; pero, lo cierto es que llevo tiempo con ganas de decirlo. Resulta que tengo, gracias a mi amigo Mariano Durán, desde hace más de un mes, las entradas para un concierto de Il Giardino Armonico, uno de mis grupos favoritos entre los ya veteranos en la interpretación de la música barroca. Ya los escuché hace bastantes años en el mismo lugar al que vienen en esta ocasión. Además, este grupo tiene para mí un valor añadido, porque su director, Giovanni Antonini, es un excelente flautista.
Por si alguien está interesado y quiere sumarse, esto es lo que pone en las entradas:

AUDITORIO Y CENTRO DE CONGRESOS VÍCTOR VILLEGAS
Il Giardino Armónico
Lunes, 12 de mayo de 2014, 20 h.
Sala Narciso Yepes

¡Bueno!, todo esto es una excusa para poner en ABONICO una audición —cortita, para no cansar; y relajante, para ayudar en el fin de semana— de Il Giardino Armonico interpretando un movimiento lento de un concierto de Vivaldi. Y como yo arrimo el ascua a mi sardina, les recuerdo que el flautista es Antonini, el  director del grupo. Pongo aquí la referencia de esta obra para que los interesados puedan tomar nota.
Vivaldi, Concerto in sol min. RV105, II. Largo

¡Cómo me gusta el acompañamiento de fagot para la flauta de pico!; ¡qué maridaje hacen!, como dicen los cocineros. A mis lectores no acostumbrados a la escucha polifónica —¿los hay?— les recomiendo que traten de prestar atención a los dos instrumentos a la vez; si cuesta, vamos alternando la fijación entre ambos.
Nota:
Aunque he adornado la audición con unas fotos del grupo, no se me distraigan; prefiero que cierren los ojos y escuchen.
Y aquí está la audición:

Espero que disfruten.

 
 

sábado, 1 de marzo de 2014

Les das mierda…

[…] todos los días, cuando voy al hipódromo en el coche, no hago más que sintonizar diferentes emisoras en la radio, buscando música, música decente. Pero todo lo que suena es malo, plano; no tiene vida, ni melodía, ni fuerza. Y sin embargo, algunas de esas composiciones se venden a millones, y sus creadores se consideran verdaderos Artistas. Es horrible, una horrible aguachirle que entra en las mentes de cabezas jóvenes. Les gusta. Dios mío, les das mierda y se la comen. ¿No tienen discernimiento? ¿No tienen oídos? ¿No perciben la adulteración, la ranciedad?
Charles Bukowski (2000): El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, Barcelona, Anagrama, págs. 162-163.

Una mañana cualquiera de esta semana, los “filósofos peripatéticos” Pepe Abellán —un servidor— y Pepe Fernández —mi vecino y amigo— vuelven de su ejercicio diario. Ya dentro del pueblo, casi son arrollados por un coche de altísimas marca y gama —un carrazo, como me dijo un chaval un día—; de él emana una música infernal saliendo por las ventanillas a tropecientos decibelios:

PUM-BA-PUM-BA-PUM-BA-PUM-BA

De pronto me vienen tres ideas a la cabeza, que inmediatamente comparto con mi acompañante:

1.     La calidad y el volumen sonoro de la música, que atruena y contamina el entorno por el que circula el coche, es independiente de este. No hay relación causa-efecto entre el modelo de coche, su marca, su gama o cualquier otro aspecto del vehículo en cuestión, y la música que arroja. Un vehículo cualquiera, del más humilde al más elitista, puede alojar una música buena, regular, mala, infernal… Así pues… el coche, aun siendo el origen, no tiene nada que ver con la música.
 
2.     Sí tienen que ver, sin embargo, la calidad y el volumen sonoro de la música con el ocupante del vehículo. Entre ellos podemos establecer una doble relación proporcional. La cantidad de decibelios que expande el auto a su alrededor es inversamente proporcional a la capacidad, —mejor, a la calidad— del cerebro de su conductor: a más volumen sonoro —ruido, las cosas por su nombre—, menos cerebro. Sin embargo, la relación entre la calidad de la música y el cerebro del individuo es directamente proporcional: a más amueblamiento cerebral, más calidad; a menos riqueza neuronal, menos calidad. Este apartado, que podemos llamar de la doble proporcionalidad, no es una hipótesis que necesite verificación, es una tesis afianzada con el tiempo y los estudios realizados.
Nota para evitar malentendidos: con música de calidad no me refiero a música clásica; de calidad la hay en todos los tipos: Clásica, Jazz, Rock, Flamenco… Además, la interpretación también tiene que ver en el resultado final.

3.   Ipso facto me viene a la cabeza una frase del gran Charles Bukowski —como siempre sin pelos en la lengua—, una píldora que suelta, reflexionando sobre música, en la cita que encabeza esta entrada. Bukowski se refiere a la calidad de la música que suelen oír —sí, oír, realmente no escuchan— las “mentes de cabezas jóvenes”.
“Dios mío, les das mierda y se la comen”
PUM-BA-PUM-BA-PUM-BA-PUM-BA