Parece
cosa del caprichoso azar. Con muy pocos días de diferencia, cuatro
concretamente, leo en la prensa dos artículos que comentan sendos libros, ambos
novelas históricas, que llaman mucho mi atención, pues se desarrollan las dos en
períodos de nuestra historia muy interesantes para mí.
Inmediatamente,
tras la lectura de cada artículo, tomo nota del título del libro, de su autor y
de la editorial que lo publica, para pedirlo en mi librería de costumbre —comercio
local, como hago, siempre que puedo, desde hace ya bastantes años—, un pedido
que ya he realizado.
Y
ahora, animado por la nutritiva temática de cada novela, y esperando ampliar y mejorar
el foco de luz de los períodos históricos tratados en sendas obras, aguardo su
llegada para poder ponerme con su lectura.
La
protagonista, en cada uno de los dos trabajos, es una mujer: una reina de
nuestro país en tiempos históricamente muy importantes. La primera, Gala
Placidia (ya sabía algo de ella por mis estudios y lecturas), fue nieta, hija y
esposa de emperadores romanos, y también fue esposa del primer rey visigodo de
la península, Ataulfo, el primero (el segundo si contamos a Alarico, pero,
realmente, el primero en territorio peninsular) de una larga lista de más de
treinta monarcas que —seguro que mucha gente todavía lo recordará— nos hacían
aprender de niños en aquellos mis primeros tiempos de estudiante.
Y
la otra, la protagonista de la segunda novela, Egilona (desconocida para mí
hasta ahora), fue esposa del último rey visigodo —el Don Rodrigo tan nombrado en
los versos de nuestro romancero—, y, posteriormente, también lo fue del primer
valí de Al Andalus —el segundo, según la Wikipedia—: Abd al-Aziz, hijo de Musa Ibn
Nusair, el famoso «moro Muza», en expresión coloquial muy usada popularmente aquí
en nuestro país.
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