SECCIONES

viernes, 8 de julio de 2022

La razón

Aconseja el emperador Marco Aurelio (Meditaciones. Madrid: Alianza Editorial, 1989, pág. 21) «el no mirar a otra cosa ni por poco tiempo, sino a la razón». En este aspecto trato de ser un fiel seguidor del estoico emperador filósofo, pues me gusta recurrir —quiero pensar que a menudo—, para apuntalar mis pretendidos sólidos argumentos, a la sensatez y solidez del uso de una razón quizás en exceso reflexiva (hasta el mareo, pienso a veces).

Baruch Espinosa, mucho después de Marco Aurelio, insiste en la fuerza de esa misma razón, utilizando argumentos que afianzan mi idea sobre el uso del camino «razonable»: «Aquellos que están gobernados por la razón no desean para sí mismos lo que tampoco desean para el resto de la humanidad» (Pinker, Steven: En defensa de la Ilustración. Barcelona: Paidós, 2018, pág. 7).

Y esta frase de Espinosa me conduce, con un salto temporal no tan grande como el anterior, al más que razonable imperativo ético kantiano, ese tan conocido que me pide que obre de tal modo que mi obrar particular pueda pasar a ser el obrar universal; ¡ahí es nada!: que mis actuaciones personales sean tan buenas, sean tan modélicas, que puedan ser tomadas como leyes deseables para todo el mundo.

Así que… sí: creo en el poder de la razón, en el de un buen uso —«razonable»— de la misma, el de una razón bien amueblada, organizada, entrenada… en contra de la sinrazón. Y, por más vueltas que le doy, no creo que se necesite mucho más.

 

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