Paula es pequeña, tierna, suave, tan rica por fuera —y por dentro— que se diría toda un bombón... ¡Uy!, perdón, Juan Ramón.
Sí, aquí tienen, de nuevo —¡vaya
un pesao!—, a mi nieta Paula (ahora tengo
que especificar: hay otra, una hermanita: Ángela). Hoy quiero dejar testimonio de
su relación con la lectura y los libros, porque hay que ver lo que le gusta que
su “elo”, yo, le “lea” cuentos: esos libritos de gruesas páginas, con poca
letra, muchas ilustraciones y llamativos colores, con abundantes pestañas,
solapas y trampillas para girar, desplazar, levantar…; libros que ella va
eligiendo uno a uno siempre con el mismo ritual.
Llego a su casa y me siento en el
sofá; pronto va al montón de los libros y me trae un ejemplar, que yo
inmediatamente tomo en mis manos; entonces ella levanta los brazos indicándome
que la tome y la siente sobre uno de mis muslos (“muslos”: ¡qué dos “eses”!, ¡vaya
una palabra para los auténticos murcianos!). Una vez sentada me indica, señalándomelas,
que me quite las gafas, pues, desde la primera vez —no necesitó más— se dio
cuenta de que yo me las quitaba, de que no las necesito en distancias cortas, de
que tengo que leer sin ellas.
Ya situados, comienza lo que
llamamos “lectura”. Si no conoce todavía la historia, Paula presta mucha
atención a todos los detalles; yo se la voy contando y ella pasa las páginas,
señalando con el dedo tal o cual ilustración que le llama la atención y
levantando o sacando las variadas solapas y pestañas que estos libros, como he
dicho, suelen llevar. Y todo esto a la vez que se ríe, da algún gritito o hace
algún gesto, a menudo teatral, aspaventoso a veces, siempre gracioso. Además
nos entretenemos en las texturas —tocando el pelo del gatito, la cabeza del
burro, la barriguita del oso— o disfrutamos de los colores, de las letras, de
los números…
Pero… desde hace ya un tiempo se los
sabe bien de tanto escucharlos; entonces tiene menos paciencia, va más a lo
suyo; ya no espera y pronto pasa cada página —o pasa más de una—, dejándome con
la palabra en la boca. Así que, constantemente, pone a prueba mi habilidad para
adaptar la narración y continuar, con la máxima coherencia posible, con la
siguiente página, con nuevas solapas, pestañas, etc.
Atraen mucho su atención unos libros-juegos
en los que hay que encajar piezas en unas siluetas que las acogen; en uno, que
le gusta especialmente, esas figuras para encajar representan animales, que
Paula coge de uno en uno para, ya digo, situarlos en sus respectivos lugares;
elegir la silueta adecuada, al principio le costaba, pero ahora lo hace como
una autómata, ya no necesita ayuda, salvo, a veces —y debido a la falta de
paciencia—, para encajar la pieza en la única posición en la que entra bien.
Terminado el cuento, Paula intenta
zafarse, con movimientos laterales de culo, para que la baje de mi pierna, va a
por otro libro y… vuelta a empezar; así hasta que los “leemos” todos, que son
bastantes.
Como ya está aquí su segundo cumpleaños (hoy), y aprovechando, como he dicho, que ya se sabe de memoria las historias de los libros que tiene, le he comprado unos cuantos más, para aumentar su biblioteca y seguir estimulando así su curiosidad y su amor por la lectura. La verdad es que ya tengo ganas de que crezca y venga conmigo para elegir aquellos ejemplares que su “elo”, encantado, le regalará, consciente de la importancia que la lectura tiene para su formación.
¡Feliz cumpleaños, BOMBÓN!
Preciosas palabras para describir el amor de un abuelo por su nieta. Parece cierto aquello de que se disfrutan los nietos de una forma distinta a los hijos, supongo que la experiencia que da la vida y el poder centrarse en la parte más lúdica de la educación, hacen que sea una experiencia maravillosa.
ResponderEliminarEnhorabuena al "elo" y feliz cumpleaños bombón.
Gracias, Antonio, creo que has dado en el clavo en eso de que podemos centrarnos en la parte más lúdica de la educación; la otra queda para los padres.
EliminarUn abrazo.
Cuanto mundo por descubrir.....Y que buen compañero para ayudarla en su camino.!!Muchas felicidades Paula, muakssss!!!!
ResponderEliminarDe ese mundo por descubrir, si puedo, y me dejan, aspiro a ayudar en todo lo que esté en mi mano, pero, sobre todo, a mostrarle la parte que tanto me atrae a mí: la literatura, la historia, el arte, la música…
EliminarUn abrazo.
Menuda sorpresa al entrar hoy en el blog y ver esa carita tan dulce. En primer lugar, voy a presentarme Paula. Mi nombre es Encarna y aunque no nos conozcamos personalmente, yo he oído hablar de ti muchas veces. A tu "elo" se le caía la baba cuando hablaba de ti en clase. Y la verdad es que no me extraña, porque eres una monería. En realidad es que te tengo que decir, que es muy buena afición la lectura, has elegido bien jeje. Y seguro que ya tocarás algún instrumento. Pues adelante, porque además tienes al mejor maestro, tu "elo".
ResponderEliminarPepe, siempre consigues arrebatarme una sonrisa y despertar una emoción. Te echamos de menos. Espero verte muy pronto. Un saludo
Gracias, Encarna (¿eres Encarni?):
EliminarCierto, Paula ya tiene su propio cajón flamenco; tendrías que verla cómo se sienta en él —con dificultad, por la altura, aunque se lo han hecho pequeñito— y cómo golpea “rítmicamente” la tabla.
Me alegra que mis entradas en “Abonico” te arrebaten alguna sonrisa y te despierten alguna emoción. Yo también os echo de menos: ya sabes lo que me gusta dar clases, y más a personas que, como tú, tanto las valoran.
Gracias de nuevo. Nos veremos cuando quieras.
Un abrazo.