Especie de brea
o alquitrán para calafatear
En los años de
mi infancia, llamábamos galipote al alquitrán que se utilizaba, mezclándolo con
grava menuda, para asfaltar las carreteras —caminos asfaltados no había— y sólo
las importantes. Los niños disfrutábamos poniendo una bola de galipote en la
punta de un palo o caña y fabricándonos una porra, cual si de un gran chupa chups
se tratara.
A mediados de la
década de los sesenta mi padre estaba construyendo una casa para mi hermano. En
la calle, junto a la carretera general, la de toda la vida, que une Murcia y
Alicante, uno de los albañiles, llamémosle Mengano, estaba amasando cemento —en
el suelo, entonces no se utilizaban todavía máquinas para ello— para abastecer de
masa al oficial que estaba dentro levantando tabiques.
Yo, muy joven —doce
años—, miraba con mucha atención cómo Mengano elaboraba la masa; primero hacía
un montón con la arena y el cemento en polvo, después abría un cráter en lo
alto del montón, un hoyo que iba ensanchando poco a poco con el rastro, echaba
agua dentro del hoyo y, poco a poco, con pericia, iba mezclando todo, de dentro
a fuera, y obteniendo la masa, que echaba en calderetas y llevaba al oficial
que estaba dentro en sus labores.
De pronto veo
que aparca junto a nosotros un coche con matrícula extranjera; de él baja un señor
que se acerca al lugar en que estamos para preguntar algo al albañil. Yo alargo
el oído y presto atención. El turista, francófono creo, en un español casi lo
suficientemente entendible, pregunta:
—¿Fábgica hïelo?,
pog favog.
Mengano no
entiende lo que se le pregunta. Entonces el franchute repite, cambiando la
pregunta de lugar dentro de la misma frase y ampliándola como puede para tratar
de mejorar su comprensión:
—Pog favog, ¿decig
dónde fábgica hïelo?
—¡Ah, ya, la fábrica de hielo! —cae
en la cuenta Mengano, y responde, levantando el brazo y señalando con el índice
en dirección Orihuela— Sííí, a mano izquierda, por la segunda calle, la que
está engalipotá
—hace una pequeña pausa—, pos
por esa pa’rriba.
—¿Engalipotá? —responde el guiri
totalmente desorientado, antes de que Mengano siga con su peculiar orientación
—¿Engalipotá?
Y Mengano lo
termina de arreglar aclarándole el concepto de engalipotá:
—¡Sí hombre, la
que está encementá con galipote!
Solo le faltó al
preguntante caerse de espaldas como los personajes de los tebeos.
Y luego dirán las malas lenguas que andamos pobres de vocabulario.
Y luego dirán las malas lenguas que andamos pobres de vocabulario.
Además de estos inolvidables recuerdos, Pepa, debes mirar en la parte superior derecha, bajo la fotografía de la publicación que acabo de hacer. Recoge el guante y explícalo mejor tú que sabes mucho más que yo sobre este tema, fruto de una buena charla entre ambos. No he querido mencionar películas porque sería una larga lista. Claro que "La naranja mecánica" es otra cosa porque "La urraca ladrona" se encuentra en todos los momentos en los que la violencia es más horrorosa.
ResponderEliminarUn abrazo, Pepe.