Siempre preocupado por el resultado de lo que escribe. Siempre pendiente de que le quede creíble, digno, bien escrito, pero sin afectación; que parezca natural, pero con estilo, en absoluto vulgar…; y que no se note demasiado —cree que eso es buena señal— el tiempo que utiliza —generalmente mucho— y el esfuerzo que realiza para conseguirlo.
Un día, leyendo a Vila-Matas, se encuentra con una referencia a Julio Ramón Ribeyro, y, como le parece interesante, toma nota de la misma:
«Literatura es afectación», dice Ribeyro en su inagotable Prosas apátridas. Y explica que quien ha escogido para expresarse la literatura y no la palabra (que es un medio natural), debe obedecer las reglas del juego. De ahí que toda tentativa para parecer no ser afectado —lenguaje coloquial, monólogo interior— acabe convirtiéndose en una afección aún mayor. (Vila-Matas, Enrique: Dietario voluble. Barcelona: Debolsillo, 2016, pág. 93).
Pronto —su interés ha aumentado— busca información sobre las Prosas apátridas de Ribeyro, y lo que encuentra le gusta y le atrae mucho; por ello, inmediatamente, entra en la web de su librería habitual y pide la obra (aunque la librería está en el pueblo, muchas veces —la mayoría—, para mayor comodidad, suele hacer los pedidos vía web, y recogerlos y pagarlos después en el propio establecimiento).
Está seguro de que en unos pocos días tendrá en sus manos la obra de Ribeyro, sus famosas Prosas apátridas, y cree que le pasará con ella como con los Diarios de Rafael Chirbes, que, cuando le haga la primera cata —un primer vistazo rápido—, la disfrutará tanto que, impaciente, le será difícil esperar a que llegue su turno de lectura, una lectura ordenada y seria, lápiz en mano o… a la mano.