De nuevo me asalta esa sensación de llegar tarde —muy
tarde en este caso— a algo que creo que puede ser importante para mí, o que
podría haberlo sido si lo hubiera tomado a tiempo, en su momento, en alguna de
las primeras veces que se me ocurrió hacerlo. De nuevo esa inquietante
sensación que deja en mí el pensar que tardo mucho en tomar decisiones, tanto
las más como las menos importantes, y que lo paso mal haciéndolo; a veces...
muy mal.
Hace ya bastantes años que comencé a ver en YouTube
vídeos tipo mosaico en los que aparece una persona que en apariencia toca
simultáneamente distintos instrumentos, un único protagonista que se hace cargo
en solitario de la interpretación —instrumentación variada y a veces también
canto— de una obra musical polifónica. Y desde el principio sentí curiosidad
por saber cómo se hace eso técnicamente y de qué herramientas hay que disponer
para ello: software, aparatos, utensilios... pues me atraía la idea de
hacer yo lo mismo, teniendo claro que mi caso giraría alrededor de la
interpretación de dúos, tríos, cuartetos… pertenecientes sobre todo al
repertorio medieval, renacentista y barroco, una interpretación en la que me
limitaría a la realización de las intervenciones con cada una de las flautas de
pico correspondientes (soprano, contralto, tenor…), siempre en torno a unas
obras que conozco bien porque estoy habituado a tocarlas, a las que después
añadiría —a aquellas que me pareciera oportuno, no a todas— un sencillo
acompañamiento de percusión: con tambores, panderos, sonajas, cascabeles…
también realizado por mí.
Pero, como acostumbro, otra vez llego tarde; otra vez
la amarga sensación de responder y actuar con mucho retraso, pues ha sido
ahora, casi diez años jubilado ya (ni siquiera en buena forma interpretando
música), cuando me he animado a lanzarme con determinación a realizar el
experimento, cuando me he decidido a adquirir lo que necesito para la tarea,
que, por cierto, como ya dispongo de un ordenador adecuado y de una buena webcam,
no es tanto: una tarjeta de sonido apropiada, un micrófono de calidad, el software
conveniente… y poco más (pie de micro, cables, conectores, adaptadores…).
Así que… a mi edad… una nueva meta que sumar a los no
pocos proyectos ya iniciados y a algunos otros por iniciar, in mente. A
ver si acrecienta mi estímulo y me ayuda, contribuyendo en alguna medida —no
pretendo ser muy exigente—, junto a las demás actividades, a mantenerme, si no
en buena forma —física, intelectual, interpretativa...—, sí en una todavía
aceptable.
[…] Tú supiste entender que la inacción es lo que
acaba con las facultades mentales y físicas, y que la buena senectud es corolario
natural de una vida que ha sido bien vivida y que encuentra sustento en seguir
aprendiendo, seguir teniendo trato con los otros, sentirse útil a ellos,
sonreír a lo bueno, sobreponerse a las adversidades, hacer dieta frugal, no
abandonar el ejercicio físico, cultivar un propósito humilde y confiar en un
sentido último. (Olalla, Pedro: De
senectute politica. Carta sin respuesta a Cicerón. Barcelona: Acantilado,
2018, pág. 70).