En los últimos días me viene una y otra vez a la cabeza la sencilla receta (concisa, certera, convincente…) que, en una entrevista de hace unos meses, propuso el escritor Ramón Andrés para superar el desastre por el que estamos atravesando, una fórmula que incluye «dosis profundas de sentido común y búsqueda de responsabilidad individual y de la vida ética. [Y añade] No sabes cuántas cosas se arreglarían solo con eso». (Seisdedos, Iker: «Ramón Andrés: “Nuestra verdadera leyenda negra es la desidia, la envidia y una cierta pereza”», El País-Babelia, 10-10-2020).
Y cada vez que me paro a pensar en la propuesta del sabio ensayista sale a relucir mi desesperanza —aún no desesperación—, quizás debida a un pesimismo que a mí me gusta llamar racional aunque no lo sea. Y es que me doy cuenta de que en nuestra sociedad faltan, en buena medida si no en su totalidad, esas dosis de sentido común (y no solo las profundas; faltan las mínimas necesarias, las suficientes). Y falta, igualmente, la búsqueda de responsabilidad individual, y, también, la de una vida ética.
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Felices —en lo posible— navidades y año nuevo.