Aquí tienen un detalle de una foto de Paula, mi nieta, donde
aparece comiendo gusanitos, una de sus especialidades; y ello tras llevarme —arrastrarme
no, porque todavía tiene poca fuerza, pero todo llegará—, tirando insistentemente
de mi mano, hasta la tienda de las chuches, llegar sin titubeos hasta donde están los
gusanitos —sabe perfectamente el camino— y pararse delante de ellos, señalando
y pidiendo en su jerga habitual, hasta que le das una bolsa; entonces su cara
se ilumina y te sonríe: recibes el mejor regalo del mundo y te sientes más que
pagado; a continuación, ya en la calle, Paula busca un portal, un escalón donde
sentarse y comienza a disfrutar, compartiéndolos conmigo, los riquísimos
gusanitos. Entonces… la fotografío.
Les he mostrado sólo un
detalle, un recorte, de la instantánea tomada. La sorpresa viene cuando, en la
foto original, dejas de enfocar a Paula, amplías la mirada generosamente al
resto del encuadre y te fijas en el espejo que, en el fondo, nos muestra… ¿qué?,
¿qué vemos en el espejo?: el reflejo de
Paula, de espaldas, y el fotógrafo, su humilde servidor —de Paula y de ustedes,
aprovechemos ese ”su”—, de frente. Ni adrede hubiera salido tan bien.
Pues bien… esta foto de Paula con el espejo al fondo me trae a la memoria un cuadro de un revolucionario pintor flamenco del siglo XV, Jan van Eyck, El matrimonio Arnolfini (1434), magnífico retrato de los esposos y espléndido estudio de interior: toda una habitación, con un espejo al fondo, como en la fotografía. Para los que no conocen la obra y para los que la conocen pero no la recuerdan bien, aquí está:
Sobre este cuadro se ha escrito mucho y recomiendo la búsqueda de información a los interesados; pero ahora fijémonos solamente, como hemos hecho en la foto de mi nieta, en el espejo del fondo, donde se refleja, fiel y detalladamente, con escrupulosidad microscópica, todo lo que supuestamente tiene delante, la habitación entera vista desde atrás, incluida también, según parece, la imagen del pintor.
Y
llegado el final…, créanme, sé lo que les pasa a algunos de ustedes por la
cabeza: que un servidor aprovecha cualquier excusa para sacar a su nieta en Abonico. ¡Por supuesto que sí!
El cuadro más importante de Velázquez, Las Meninas, también utiliza el espejo para pintar a los Reyes ( Felipe IV y Mariana de Austria ). Creo que Veláquez no tenía intención de poner a los Reyes , que fue posterior una vez acabado el cuadro...La verdadera intención de Velázquez además de pintar a la infanta Margarita es crear una atmósfera en la que el principal protagonista es el espectador_como en el cine cuando la cámara convierte al espectador en protagonista. Tú no pretendias aparecer en la foto con tu nieta y apareces,porque el espejo además de su fin ornamental tiene un fin mágico , decir la verdad.
ResponderEliminarGracias, muy buen final, Antonio, no había oído hablar de lo del fin mágico del espejo. Supongo, no lo sé, que algo deberá Velázquez a Jan van Eyck uno de los padres de la escuela flamenca: "El matrimonio Arnolfini" es más de dos siglos anterior a "Las meninas".
EliminarUn saludo.
¡Enhorabuena Pepe! Eres un extraordinario "tejedor" de ideas.
ResponderEliminarEstimulo las neuronas que me quedan, tratando de adivinar en tus escritos la suma, antes de leer todos los sumandos. Ahora dime que tengo una "buena educación matemática".
En cuanto a las pinturas con espejos, o espejos con pinturas, parece que tienen su origen, o apogeo, en la pintura flamenca del s.XV. Otro ejemplo, además de los que citáis, es una de las alas del Tríptico Werl, en la que San Juan Bautista presenta un cordero y un libro al franciscano Enrique Werl. El autor es Robert Campin (1375-1444).
Si en estos inventos modernos son válidas las posdatas, que sí, toma esto como tal:
A no tardar mucho te veo vestido de lagarterana, o de cualquier cosa que se le ocurra a tu nieta ¡DICHOSO TÚ!
Sí, creo que tienes razón: hasta… ¡puedo vestirme de lagarterana!
EliminarEn cuanto a lo de los espejos, veo que eres una experta; en ese cuadro que dices, de Robert Campin, me llama la atención que gracias al espejo convexo podemos descubrir a dos monjes “escondidos”, que vaya usted a saber qué están haciendo ahí.
Gracias, Marina.
La similitud, Pepe, es tan clara que la multiplicidad de imágenes de protagonistas y creadores superpuestas, crea un ambiente de verosimilitud tan real como imaginativo. Sin embargo existe una diferencia tan precisa que casi pasamos por encima de ella sin decir nada: tu nieta Paula es infinitamente más guapa que la señora Arnolfini, sin menospreciar su valía...
ResponderEliminarUn abrazo, Pepe.
Por lo que respecta a la comparación entre la señora Arnolfini y mi nieta, totalmente de acuerdo.
EliminarUn abrazo.