Quiero dedicar esta entrada a DOS ANTONIOS: uno es Antonio Campillo Ruiz, El Bamboso, y el otro es Antonio
Abellán López, mi hijo menor: Mi Antonio. Al primero de ellos —que
me animó a empezar con Abonico y que lo
comenta muy generosamente y con frecuencia— porque gracias a una entrada de su
blog he recordado lo que les contaré ahora después; y al segundo, porque ha
terminado envuelto en la trama por aquello de la asociación de ideas, y porque
es mi hijo: ya saben ustedes… la familia…
Últimamente se me amontona el trabajo: son ya tantos los sitios
webs que visito diariamente, sobre todo periódicos, revistas y blogs, que no
doy abasto. Me gusta picar aquí y allá buscando fuentes interesantes donde
beber, y con cierta frecuencia encuentro novedades, por lo que cada vez es
mayor el número de lugares a visitar. Cosas de Internet.
Uno de los blogs de obligada visita periódica para mí es el
de mi paisano Antonio Campillo, un hombre con una sensibilidad que salta a la
vista en las distintas entradas de su bitácora digital, Dactyliotheca, donde comparte
con sus visitantes sus ideas, sus reflexiones, sus sensibles preocupaciones,
múltiples y progresistas. En una de sus últimas entradas (01-06-2014), Concierto
para dos instrumentos y una sinfonía, elogia la grandeza de Bach, el enorme, el magnífico (quítense
gorras, viseras, sombreros, chisteras…), y sus reflexiones me han recordado
que, para mí, Bach —quizá el primero—, en general, ha sido de difícil
interpretación, aunque cuando consigues hacerlo decentemente, la enorme satisfacción, el placer… ya se los pueden imaginar
mis lectores.
Realmente la asociación de ideas a la que me refería arriba se
ha puesto en marcha sobre todo a partir de uno de los comentarios de la entrada
de Dactyliotheca a la que nos
referíamos más arriba. Una de sus lectoras, Ana Mª Ferrin, dice: “en varias
ocasiones, artistas plásticos y arquitectos me han contado que gestaron sus
trabajos con fondo de Bach. Pero, algo curioso, nunca un escritor […]”. Bueno,
esto es una interesante materia de reflexión, pero para otra ocasión, si se
tercia. Ahora vamos a lo que vamos.
Resulta que precisamente con música de Bach parió La
Chata —una magnífica perra bóxer que tuvimos en casa durante trece años—
su primera camada de perritos. Cuando se puso de parto, para que estuviera
tranquila, pues no se decidía por ningún lugar como paritorio, le acondicioné,
en un amplio estudio que teníamos, detrás del piano, una gran caja de cartón
donde llevó a cabo la compleja tarea sin pensárselo dos veces: el sitio le
gustó; mientras tanto, en el equipo de música, que estaba en la misma habitación,
sonaban, en plato giradiscos, elegidas para la ocasión, las Sonatas
para flauta, de Johann Sebastian
Bach, interpretadas por Aurèle Nicolet (flauta), Karl Richter
(clave) y, en el vol. 2, Johannes Fink (viola da gamba). Lo recuerdo muy bien; a
menudo, cuando surge el tema del valor de la Música, me viene a la memoria esta
anécdota: una perra pariendo con un relajante fondo musical de Bach. Creo que el
reconocimiento del valor formativo de la Música, que se ha extendido sobre todo
desde lo que se conoce como El efecto Mozart, podemos ampliarlo
al Efecto
Bach o a cualquier otro, pues no creo que sea cosa de Mozart, Bach o
Beethoven, sino de buena música.
Aquí están las carátulas de los dos discos de vinilo que
contienen las Flöten-Sonaten:
Y vean qué bien le salió la cosa a La Chata, ayudada por la música de Bach: aquí la tienen con sus
cachorrillos recién paridos.
Y aquí tienen ustedes, en la foto siguiente, a Aurèle Nicolet, el intérprete que tocaba las sonatas de Bach mientras La Chata paría. Nicolet había sido flauta solista, entre otras, de la Orquesta
Filármónica de Berlín. ¿Y saben con quién posa en la foto y a quién se
la dedica de su puño y letra? Pues… está con mi hijo Antonio —el Antoine de la
dedicatoria—, que en esos días iba a conocerlo en un curso que impartía en el Conservatorio de Murcia. Y sepan
ustedes —no es amor de padre o por lo menos no solamente— que Antonio también
llegaría a ser, unos años después, un buen intérprete de Bach.

¿Se entiende ahora por qué he hablado antes de asociación de
ideas?, ¿por qué he unido mentalmente el blog d’El Bamboso con el parto de La
Chata, este con Nicolet y al flautista con mi hijo Antonio? Y no he seguido
con la asociación, pero podría unir la cadena a mí mismo, pues dos obras de
Bach contenidas en estos discos, una de sus sonatas para flauta y la Partita para flauta sola —esta como obra
obligada—, formaron parte del repertorio en mi examen final de Flauta de Pico;
con sus aconteceres, que dejo para otra ocasión.
Creo que, para terminar, podemos añadir una audición de Nicolet interpretando a Bach; sí, precisamente la Sarabande de la Partita para flauta sola
(BWV 1013), de Johann Sebastian. Escuchándola se harán ustedes una idea de lo
tranquilamente, y bien, que parió La Chata.
¡Ya quisieran en los paritorios de los mejores hospitales!