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viernes, 9 de mayo de 2025

Marcha para la ceremonia de los turcos

El burgués gentilhombre (Le Bourgeois gentilhomme), un prototipo del género conocido como «comedia-ballet» (de moda en la época de la Francia del XVII, el siglo del absolutismo monárquico), es una pieza maestra, obra de un par de artistas de primerísimo orden, cada uno en su especialidad: el texto lo escribió el gran dramaturgo del clasicismo galo Jean-Baptiste Poquelin ‘Molière’, en cinco actos y en prosa, y la música la compuso Jean Baptiste Lully —también francés, aunque de origen italiano—, que gozó del favor del rey.

La obra fue estrenada por la compañía del propio Molière el 14 de octubre de 1670, nada más y nada menos que en la corte de Luis xiv, el ‘Rey Sol’, en el castillo de Chambord, con una coreografía de Pierre Beauchamp y decorados de Carlo Vigarani. El mismísimo Molière interpretó el papel del protagonista, mientras que el personaje de la mujer del mismo fue interpretado por un hombre travestido: André Hubert. También participó como actor Lully, el autor de la música, interviniendo en una ceremonia turca que transcurre en el cuarto acto, y lo hizo representando la figura del muftí, que, según el diccionario de la Real Academia Española, es un «jurisconsulto musulmán con autoridad pública, cuyas decisiones son consideradas como leyes».

El fragmento musical —de El burgués gentilhombre— que he elegido para acompañar estas letras se titula «Marcha para la ceremonia de los turcos», y la interpretación seleccionada —hay muchas entre las que elegir— es la de la orquesta Filarmónica de Oslo, dirigida por Klaus Mäkelä, una versión que me parece muy adecuada para la ocasión, y ello por un par de razones.

Por un lado, porque me permite mostrar el uso del bastón de mando que utiliza el director, semejante al que usaba y con el que se lesionó Lully; así es fácil hacerse una idea de cómo pudo ocurrir el percance que, según se cuenta, le costó la vida al compositor, pues murió por un golpe autoinfligido, una muerte considerada como de las más peculiares en la historia de la música.

Lo que se cuenta (a mí me ha refrescado la memoria Claude, una IA que acabo de consultar) es que, en enero de 1687, mientras dirigía un Te Deum que había compuesto para celebrar la recuperación del rey Luis xiv de una enfermedad, Lully se golpeó accidentalmente el pie con su bastón de director (una vara con la que percutía el suelo para marcar el tempo). La herida se infectó, pero no quiso que le amputaran el dedo afectado. La gangrena se extendió y murió el 22 de marzo de 1687 en París, a los 54 años.

Y por otro, porque en dicha versión, en repeticiones consecutivas, las distintas capas sonoras que forman los diversos instrumentos que intervienen, van siendo introducidas progresivamente, en entradas sucesivas y de forma acumulativa, superponiéndose cada una a la anterior o anteriores, lo que puede ayudar, a quien mira y escucha con intención, a entender mejor la textura musical.