«Es importante que a la facultad de Educación se
entre con notas altas», leo que dice Isabel Celaá, ministra de Educación y
Formación Profesional (El País, 23-02-2020), en una entrevista de la que
la prensa destaca su pretensión de mejorar la formación de los maestros.
A la admirable profesión de docente, por su
enorme importancia social, deberían acceder con gozo los aspirantes más dotados
y los mejor preparados para ejercerla: los mejores estudiantes. Nuestros
gobernantes de cada momento deberían arbitrar más y mejores medios para que así
fuera. ¿Cómo? Pues preparando bien a sus futuros maestros, estimulando después
su valoración social, mimándolos en su trabajo, mejorando sus condiciones
laborales, pagándoles unos generosos sueldos, exigiéndoles una labor seria y
una dedicación esmerada... y ello para que todos los posibles aspirantes
—incluidos, sobre todo, los más dotados y con más vocación— se sientan
atraídos, muy interesados por esa maravillosa labor de docente, para que todos los
estudiantes quieran ser maestros, buenos maestros, muy buenos maestros.
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