—Tiempo de elecciones. Todo, o casi, me suena a lo mismo: pan y
circo.
—¡Qué exagerao eres!
—Decía hace unos meses, también en tiempo de consulta electoral,
el humorista Alfons López, en el periódico Público,
que las elecciones, igual que los premios literarios, tendrían que
declararse desiertas cuando los concursantes, los candidatos en este
caso, fueran de muy baja calidad. Mira:
Alfons - 17/03/2015 - Público
—¿Y qué hacemos cuando la calidad de los electores sea,
igualmente, muy baja?
—¡Hombre, si te pones así, los examinamos
antes de que ejerzan su derecho al voto!
—Pues… ya que lo dices... no estaría mal.
Nos examinamos para cualquier cosa —para ser barrendero, por
ejemplo—, pero no para algunas de las más importantes, como para
ser padres, para votar o..., ya puestos, para ser ministro; mira, si
no, lo que acaba de decir Jorge
Fernández Díaz, ministro del
Interior: "Tengo un ángel de la
guarda que se llama Marcelo y que me ayuda a aparcar".
—Creo que te estás pasando.
—Además, un
examen no tiene por qué ser solo de conocimientos, puede incluir
otros aspectos.
—¡Sí, claro, igual que el psicotécnico
para el carnet de conducir!
—No sé, podrían ser examinados aspectos que
valoren realmente la capacidad de la persona en cuestión.
—¡Qué disparate! Ese terreno es muy
peligroso.
—Mira... ya que has comenzado argumentando con un recorte de
prensa, te voy a responder con otro: un fragmento del artículo
Barbarie, de Félix de Azúa,
publicado recientemente en El País
(15/12/2015):
En una
reciente entrevista el profesor Benito Arruñada, uno de los talentos
de este país, decía que el problema no son los políticos, sino los
votantes. Y lo razonaba: los políticos, aunque deseen ser
racionales, acaban disparatando porque es lo que suma votos. La
causa, como todos sabemos, es la nula educación española y la
vagancia que conduce a no informarse, a desconocer, a no comprobar, a
no exigir.
—¡Ahí me has dao!
—Bueno... ya en serio, sin exámenes ni leches, me concederás que
los electores son, palmo arriba palmo abajo, de la misma calidad que
los elegidos, ni más ni menos.
—¿¡De la misma!?
—Es un razonamiento simple: a tales elegidos, tales electores los
han elegido.
—Bueno... pues... vale.