En el Diccionario de la Real Academia Española, ejecutar significa, en su segunda acepción, ajusticiar, dar muerte al reo, y en la cuarta, tocar una pieza musical. Son sinónimos de la segunda acepción del
DRAE: ajusticiar, fusilar,
exterminar, liquidar, matar, eliminar.
Antonio había
triunfado en el mundo de la música. Desde que había salido de Santogudo, su
pueblo, había logrado, a base de mucho trabajo, de mucho estudio, una cátedra
en el conservatorio de la capital. Además, sus composiciones estaban empezando
a sonar en el mundo del cine. No era John Williams —todavía, decía él en broma—,
pero algunos nuevos directores de cine lo
llamaban y contaban con él para ilustrar musicalmente sus películas.
Con
el cambio de situación durante los años que siguieron a la muerte de Franco, Santogudo
tenía de todo: pabellón de deportes, piscina —cuasi olímpica, que no falte—, un
local digno para los pensionistas —las malas lenguas decían que solo para jugar
al dominó— y… hasta tenía, con el
estímulo del paisano “famoso”, una asociación musical a la que habían puesto su
nombre, y a quien, muy orgullosos, invitaban a los acontecimientos festivos,
concretamente a los conciertos en los que intervenían los alumnos de la escuela
de música.
En
uno de esos conciertos, se sienta junto a él un matrimonio conocido de Antonio;
el marido había jugado con el músico en su niñez y después estudiaron en el
mismo centro educativo. Habían estado bastante unidos hasta que Antonio optó
por el estudio de la música y tuvo que desplazarse constantemente al
conservatorio de la ciudad.
Al
terminar el concierto, una niña que había intervenido en él se acerca al
matrimonio que estaba con Antonio —era su hija— y saluda a sus padres, quienes
aprovechan para preguntar al músico:
—¿Qué
te parece, Antonio, la ejecución de la niña?
—Hombre
—contesta, socarrón, Antonio— tanto como para ejecutarla, no, pero un par de
buenos azotes sí se merece.
Bueno…
desde que conozco este chiste no me gusta utilizar la palabra ejecutar con el significado que indica
la acepción cuarta del DRAE: tocar una pieza musical; prefiero el término interpretar. ¿Por qué? Pues, porque ejecutar
siempre me recuerda el chiste y me viene a la mente la otra acepción de la palabra,
la de dar muerte, y por muy mal que toque alguien no creo que merezca eso.
Lo
que sí podemos hacer, lo propongo, es utilizar el término ejecución para las
muy malas interpretaciones, que pasarán así a ser ejecuciones, porque en ellas,
si no se da muerte a la música, sí se la hiere o maltrata, y reservaremos el
vocablo interpretación para las realizaciones muy buenas, las buenas o, como
mínimo, “decentes”.
Dedicadas a mis
lectores-escuchantes, utilizaré dos versiones de una misma obra para ilustrar mi
propuesta de diferenciación entre interpretación y ejecución. Se trata de Der
Hölle Rache, conocida como ARIA
DE LA REINA DE LA NOCHE —aunque no es la única aria de este personaje—, de La
Flauta Mágica, la famosísima ópera de W. A. Mozart. En ella la Reina de la Noche, furiosa y vengativa, exhorta a su hija Pamina, poniendo
un cuchillo en su mano y amenazándola si no cumple, para que asesine a Sarastro,
rival de la reina.
Fuente: Wikipedia
Esta aria exige
un completo dominio de la voz, tanto para la ornamentación como para expresar
el carácter malvado de la reina. Solo con una técnica depurada se pueden emitir
bien las notas picadas a la altura en que las escribió Mozart.
Prestemos atención en primer lugar a la soprano surcoreana Sumi Jo (Filarmónica de Viena dirigida
por Georg Solti). Esto es una interpretación, una buena
interpretación. Muchas veces se la he puesto a mis alumnos para mostrarles lo
que puede hacer una voz bien educada, bien adiestrada.
Y ahora escuchemos
el atentado que la soprano estadounidense Florence
Foster Jenkins perpetró contra esta obra. Esto es una ejecución, una “buena” ejecución: ¡menudo hachazo!
Escúchenlas cuantas veces quieran, recréense (mejor en la primera), comparen y saquen sus propias conclusiones.