En el féisbuc
de Ángel Sánchez Harguindey leí, hace ya un tiempo, una reflexión de Antonio
Machado que me atrae y de la que resalto el término «autoinspectivo», que me ha
gustado mucho y del que me apropio enseguida.
Tengo un gran amor a España y una idea de
España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo
tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando
en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos
de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más
autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino
lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que
llama Kant «conflictos de las ideas trascendentales» y busco en la poesía un
alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad
espiritual opuesta al mundo sensible. (Machado,
Antonio: Biografía,
Baeza 1913).
También
yo —como Machado, aunque a millones de leguas de distancia— me veo más resignado
que rebelde, y me tengo por bastante más autoinspectivo —introspectivo
hasta ahora para mí— que observador —que también—, y comprendo la injusticia de
señalar en el vecino lo que noto en mí mismo (por eso trato de sopesar bien lo
que pienso y medir bien lo que digo: de ahí lo de tratar de expresarme abonico),
y en mi pensamiento ocupan un lugar
importante esos conflictos kantianos de las ideas trascendentales.
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