Eso —lo escrito en el título: «yo es otro»— dijo el gran poeta simbolista francés Arthur Rimbaud (se lo he leído recientemente —Público, 02-08-2024— a David Torres), una sencilla oración que, a primera vista, me llama la atención, y también me confunde un poco (lo haría menos si dijera «yo soy otro»), un enunciado, o unos enunciados, pues me valen los dos, que me trae a la mente (una vez más, y ya no sé las que van: tropecientas* por lo menos), un asunto al que con cierta frecuencia doy vueltas en mi cabeza, una idea que versa sobre los distintos yos —o yoes—, sobre las distintas identidades (quizás sería más correcto decir «parcelas de identidad») que hay en el interior de cada uno de nosotros —unas mejores que otras—, diversos otros yos que nos inclinan a hacer o decir esto o lo otro, y nos conducen, en consecuencia —si nos dejamos llevar— por este o aquel camino. Y, ¡claro!, al tomar este o aquel camino, dejamos atrás —dejamos de tomar, o sin tomar: abandonamos— otros tantos caminos auspiciados quizá por algunos otros yos, algo parecido a lo que dice José Agustín Goytisolo en los cuatro primeros versos de uno de sus poemas:
El único sentido de la historia
Al escoger camino en una encrucijada
y al avanzar por él
quedan atrás los otros mil proyectos
posibles desde el punto de partida.
[…]
Goytisolo, José Agustín:
Poesía. Edición de Carme Riera.
Madrid: Cátedra, 1999, pág. 194.
Hay
que estar atentos y llevar mucho cuidado con ese posible míster Hyde que pugna por salir de nuestro interior (quiero pensar que un interior muy
profundo, por lo que a mí respecta) para mostrarse en primera línea, queriendo
erigirse, aunque sea por poco tiempo, en el guía de nuestra vida, en su
auténtico protagonista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario